Pasión entre los dedos

Francisco Javier González
en CANCHA


Escribir es emocional.

Por lo menos en cuanto hay que opinar de una materia tan apasionante como el futbol.

Y entonces se puede escribir un párrafo con reclamo: el dirigido a Tigres por arriesgar esa ventaja de tres a cero en la ida, por no utilizar cabalmente las armas de que está dotado.

Es cierto: Ferretti ha repetido mil veces que no juega para la tribuna, que lo hace

para el bien común; para cumplir los objetivos de los equipos que dirige.

Se ha enojado con sus jugadores cuando son más efectistas que efectivos; cuando el lucimiento personal al interpretar el juego supera lo planeado y practicado para buscar la victoria. Odia arriesgar innecesariamente el balón porque perderlo es entregárselo al rival y eso implica correr peligro.

Pero lo visto en CU puso los pelos de punta. Su equipo, en el que el más humilde suplente es estrella, lució inerme, amnésico, casi inútil durante varias fases de un juego que casi le es arrebatado.

Se puede escribir un párrafo con admiración.

Como esa que hay que dispensarle a Memo Vázquez y sus Pumas porque lograron esa difícil combinación de perder con orgullo y bajo los aplausos de su feligresía.

Universidad no encontró el título, pero si halló algo que es quizá más importante: la mística que había perdido, la dinámica, garra y espíritu que le abandonó durante varios torneos y ahora casi le llevó a conquistar una hazaña impensada.

Pumas pudo zafarse de la red que Tigres le puso durante casi todo el primer tiempo para gritar su liberación con alegría, goles, dientes apretados y conquistas que cerca del último suspiro le devolvieron a la vida dos veces: primero para alargar el partido y luego para definirlo en angustiosos penales.

Se puede escribir un párrafo con coraje.

Como el que produjo el partido del América en el Mundial de Clubes, tan esquivo para los clubes mexicanos.

Bastaban 10 minutos para darse cuenta de que el América no podía perder ese juego. Tal vez ni proponiéndoselo.

Pero la indisciplina y la falta de concentración para anotar le hicieron una mala pasada. El Guangzhou Evergrande no sabe todavía cómo ganó, pero las Águilas si saben porqué perdieron: subestimaron al rival y olvidaron durante algunos minutos fatídicos que estaban jugando en un torneo internacional y no en una cascarita sabatina.

Hay varias maneras de escribir un párrafo. Y mil más de cambiar las emociones.

Para todos hay siempre una siguiente vez. Y la historia, por tanto, empieza de nuevo con una página en blanco. La anterior es de Tigres, que pese a su renuncia de ser el mejor durante un rato, es el merecido campeón.

 
 
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