Sale el sol

Francisco Javier González
en CANCHA


La liguilla por el título es la ocasión especial de cada seis meses en la que no todo mundo puede participar.

Los Cuartos de Final ya nos recordaron el tono de lo que se vive en ella: emoción, drama, polémica, definiciones de último momento. Si la serie final fuese una novela, sería candidata a ser premiada en la FIL.

Sus futbolistas harían mesas redondas, debates y presentaciones

prodigiosas de las obras que cada seis meses salen al mercado.

Dentro de ese marco peculiar, de repente se presenta un partido aun más distinto a todos los demás. Un duelo que ilumina y que es necesario eventualmente en las grandes fiestas: el América-Pumas que ofrece una dimensión distinta, que alimenta esa rivalidad que en el terreno sumará a lo que la historia entre ellos ya ha acumulado como riqueza.

Este duelo es de los de mayor riesgo en el calendario. Las porras -o barras según el diccionario moderno- dicen que quieren portarse bien pero no lo logran ni en el momento de sus reuniones con las autoridades para firmar los pactos.

Éstas despliegan dispositivos inusuales: cientos de policías de todo tipo se congregan para tratar de mantener el orden. Unas cuantas decenas de desadaptados amenazan a los miles de verdaderos aficionados. Y pese a que ese lunar es real, no debería ser significativo. Debe ser controlado, sofocado cualquier intento de desequilibrio. Son muchos más los que van al futbol porque representa una de esas oportunidades de tomar un recreo en pleno jueves.

La Liguilla tiene hambre de ese tipo de encuentros. Todos son importantes; cualquier equipo que llega a estas instancias tiene una afición apasionada y el éxito es consecuencia de un proyecto.

Tigres tiene un proyecto de lujo. ¿Qué lograría nuestra Liga si en cada equipo hubiera un Gignac en el campo y un Damián Álvarez en la banca?

A los norteños la calidad se le sale por los poros y su entregada afición está encantada y esperanzada con su nuevo ídolo representando a los amados colores.

Toluca es una franquicia más que estable. Reyes de los torneos cortos, los Diablos marcan pauta, saben contratar bien y están dirigidos por un intenso e histórico entrenador que les ha ayudado a recuperar la grandeza que también forjó marcando más goles que nadie en la historia de las Liguillas.

Los pronósticos se hacen para jugar o para ganar dinero. Son un delicioso ejercicio que adereza el espectáculo.

Pero lo más importante de todo es eso: que la serie final es esperada porque siempre cumple. Porque emociona y trasciende.

Y porque de repente aparece un partido como el del Azteca y CU, cuya luz alcanza a iluminar al resto de los distinguidos comensales.
 
 
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