La magia de lo impredecible
El futbol argentino tiene grandes figuras históricas, pero algunas se distinguen del resto y no sólo por su juego.
René Orlando Houseman (19 de julio de 1953) fue un extremo pícaro, desequilibrante, atrevido y mágico, aunque también indisciplinado, fiestero, desafiante y alcohólico.
De origen humilde, creció en un suburbio de Buenos Aires. El
barrio lo adoraba y él siempre regresó a su origen.
Lo llamaban el "Loco". Su talento opacó su desagrado por el futbol organizado, pues le alcanzó para ser una de las grandes figuras del Huracán y jugar para la Selección. Odiaba las concentraciones y de casi todas se salía para enfiestarse.
MAGIA DE VERDAD
Houseman fue parte del grupo de 23 futbolistas que le dio el primer título mundial a Argentina, en 1978. Por eso y por su magia con el balón, pegado a su pie derecho o izquierdo, los seguidores del futbol argentino jamás lo olvidarán.
"Ese flaquito desgarbado que vieron va a ser figura del futbol argentino", dijo su técnico, César Luis Meno-tti, el día en que Houseman debutó en Defensores de Belgrano, en 1971.
No le daba miedo inventar con la pelota. Podía burlar, asistir o disparar. Su juego era impredecible. Incluso, algunos lo comparan con Diego Armando Maradona y aseguran que el "Loco" fue mejor.
Menotti lo definió como una mezcla entre Diego y el brasileño Garrincha; el ícono de Huracán, Carlos Babington, expuso que, simplemente, era el mejor.
Miguel Ángel Juárez, ofensivo del Rosario Central en los 70, puso a Houseman por encima de Pelé.
"Para mí, nunca existió un jugador del estilo de Houseman. Pelé, con todo su talento, no es capaz de inventar en velocidad como René. Es el único que gambetea en el aire, sin tocar el piso. Aun admirando a Pelé, René es más dotado, más loco, más genial, más inventor con la pelota".
AMOR AL BARRIO
El "Loco" triunfó con el Huracán y la Selección. Pudo haber olvidado el crudo barrio en el que creció, pero no fue así. Siempre regresó.
Tras ser ovacionado en los estadios de Primera, Houseman retornaba al Bajo Belgrano, donde aprendió la magia que alegraba a millones.
A pesar de que era futbolista profesional, nunca olvidó los partidos de futbol amateur, al grado de salirse de las concentraciones para jugar los compromisos relevantes con su equipo del barrio.
En una ocasión, Menotti estaba preocupado. La figura del equipo no estaba en el hotel. El "Flaco" y su asistente, Rogelio Poncino, imaginaban dónde podían buscar.
Llegaron a Bajo Belgrano, donde se llevaba a cabo un partido amateur, pero Menotti descansó y se despreocupó porque Houseman no estaba en la cancha. Siguió investigando y se dio cuenta de que su estrella estaba la banca.
Menotti se acercó y lo cuestionó. "¿Viste cómo juega el 11?", le dijo el "Loco", quien asumía que su DT estaba tan sorprendido como él porque estaba en el banquillo y no en la cancha, en lugar de ese número 11.
Era indisciplinado y desorganizado, pero leal. Si bien se salía de las concentraciones, también se hacía el lesionado para abandonar la cancha y dejar que los juveniles entraran y cobraran, pues entonces quien no jugaba no ganaba dinero.
GOL BORRACHO
Houseman nunca cambió porque nunca lo intentó. Veía la vida misma como un juego. Noche tras noche la bebida lo acompañaba y le alegraba el momento, igual que el futbol. Se hizo alcohólico porque quiso, una copa a la vez.
Su adicción pasó a la historia porque al River Plate le marcó un gol borracho. Como era su rutina, abandonó la concentración del Huracán y se fue de fiesta.
Al día siguiente llegó sin condiciones físicas para jugar. Pensaba que el partido era en la tarde y que tenía tiempo de recuperarse, pero se equivocó, porque el juego estaba programado para el mediodía.
Baño con agua fría y demás. La figura tenía que estar lista y, aunque alineó con el Huracán, era notorio que no estaba al 100 por ciento.
Así, lo impensable sucedió. El "Loco" recibió la pelota y se quitó la marca de Reinaldo Merlo y Roberto Perfumo, antes de batir al arquero Ubaldo Matildo Fillol.
El "Loco" se había salido con la suya, pero hasta ahí. Luego del gol, el cual no recuerda con claridad, se hizo el lesionado y pidió su cambio. El partido le importaba poco y se fue a su casa a dormir.
"Me parece terrorífico que eso haya pasado. No habla bien de Houseman ni del cuerpo técnico", dijo un enojado Fillol, quien recibió un gol de un extremo derecho en estado de ebriedad.
Así, como jugó y triunfó, también se retiró, en 1985, siendo él, sin prejuicios ni pretensiones.
De su paso exitoso por el futbol sólo los buenos recuerdos y amigos le quedan. Vivió el momento y se acabó. Él mismo decía que no sabía lo que iba a hacer en los minutos siguientes.
"Nunca tuve guita (dinero). Si la tenía, la gastaba. Total, si mi familia y mis amigos están bien, listo. ¿Para qué quiero la plata?", dijo en una entrevista.
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