La impresión que deja lo que hasta hoy hemos conocido de Juan Carlos Osorio es agradable.
Más allá de todo lo que supone siempre en nuestra cultura futbolera la contratación de un técnico fuereño, su forma de hablar, pensar y actuar han caído bien al grupo de jugadores. Ellos son a fin de cuentas los más importantes a la hora de formarse una opinión.
De su poder de convencimiento,
de su claridad para trabajar y de la empatía con los futbolistas dependerán en buena medida los resultados por venir.
Un entrenamiento abierto, explicaciones claras siempre desde su ángulo futbolístico y un derroche de buena educación son el punto de partida del técnico colombiano.
Sorprende su apertura. Habla de por qué no llamó a Gio, de que Layún le gusta más de lateral derecho y resiste cualquier pregunta siempre sobre el paraguas de las respuestas profesionales.
¿Será que todo este inicio deparará una Eliminatoria más apacible que las anteriores? ¿Qué México, mejor que casi todos los de la zona pero que sufre como casi ninguno en Eliminatorias las va a resolver con mayor facilidad?
A Osorio lo han precedido técnicos de nuestro medio capaces y bienvenidos en el momento de su unción. Mexicanos la mayoría, campeones casi todos, admirables sin duda. Pero han salido del cargo descompuestos, devaluados, reducidos.
La presión del camino hacia una Copa del Mundo resulta azaroso pese a que en calidad, infraestructura, poder económico y expectativas, México está por encima de cualquiera en una zona futbolera que ha mejorado en ciertas regiones pero que sigue teniendo una franja de pobreza en varios aspectos fundamentales.
La complicación de las canchas, la hostilidad, el mal arbitraje y hasta la autoestima devaluada, hacen perder puntos juegos que hacen de pesadilla el cierre.
A la actual generación le corresponde decirle con hechos a Manuel Lapuente que no es la peor de los últimos 20 años.
Que haber rescatado la Copa Oro y el boleto a la Confederaciones es el inicio de algo que puede ser maravilloso en Rusia.
En la agenda, dos citas importantes. Primero la de mañana en el Azteca recibiendo a El Salvador, auto boicoteado por varios de sus jugadores importantes. Es una pelea entre pugilistas de pesos distintos con olor a nocaut.
Luego, la visita a una ardiente ciudad de San Pedro Sula, sede de pesadillas recientes para el Tri.
El camino es largo y las ilusiones, muchas. La firma es de Osorio, pero el futbol de los de pantalón corto.
Nuevo capítulo. Ojalá que esta vez no necesitemos ni de bomberos ni de cardiólogos.
fjglez@mural.com
Twitter: @fj_tdn