En algunos equipos parecen tenerle menos miedo a FRACASAR que a la palabra FRACASO.
Como sucede cada seis meses, en el torneo cuya fase regular está por concluir, habrá NUEVE equipos cuyos fracasos serán indudables, evidentes, los reconozcan o no.
Si quitamos al recién ascendido, cuyo primordial objetivo es otro y sus armas para alcanzarlo suelen ser muy limitadas, al referirse a
los demás no clasificados la palabra fracaso resulta inevitable.
Lo que sí varía, por supuesto, es el tamaño de cada fracaso, de acuerdo al plantel que cada cual tiene, a la propia historia y al nivel de exigencia establecido en cada club.
En este torneo, por ejemplo, quizá el mayor de los fracasos sea el del Cruz Azul, seguido por el del Santos Laguna, el de las Chivas... y lo que sería el del Monterrey si a final de cuentas no clasificara.
Si contando con un sistema de competencia tan benévolo no te instalas en la Fase Final del torneo y no lo consideras un rotundo fracaso, entonces es necesario redefinir el término.
¿Por qué el miedo o la falta de honestidad para reconocerlo cuando se presenta?
¿Por qué tal pavor para llamarlo por su nombre?
Incomprensible esa insistencia, cuando resulta obvio que reconocer el propio fracaso es requisito indispensable para evitar el siguiente.
¿Será tan difícil entenderlo y tan complicado que cada quien asuma la responsabilidad que le toca?
Parece que sí... y por eso algunos equipos siguen ligando alegremente sus fracasos.
gomezjunco@mural.com
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