La Primera División y la Selección mayor son tan grandes que su sombra deja sin la luz del Sol casi a todo lo demás.
Así, los temas de conversación son el clásico regio bien ganado por los Tigres, el triunfo azul que le pone pese al rezago a tres puntos de la línea de clasificación y la presentación de Chivas, que hasta con Jorge Vergara en la banca debía ganarle a Querétaro, que ha
perdido la magia tanto como su verdugo santista en la gran Final del torneo anterior.
Otros asuntos que son importantes quedan marginados de la atención. Uno de ellos, la lista de la Selección que buscará el boleto para los Juegos Olímpicos de Río el próximo año.
El forcejeo ha sido intenso. Varios equipos han negado a sus jugadores por lo pronto para la concentración de tres días que inició anoche. La próxima semana se verá si para el Preolímpico de Estados Unidos hay más generosidad.
Nos enfrentamos a una dura realidad: defender la medalla de oro ganada en Londres no es importante. En la lista de prioridades, los clubes se ponen a sí mismos en primer lugar, lo que no es en absoluto motivo de crítica; es lo normal. Los jugadores les pertenecen y la mayoría les son necesarios en la Liga o en la Copa.
Raúl Gutiérrez, director técnico del seleccionado, tiene que ponerle buena cara a la situación. Si dijera que no le están dando lo que necesita, devaluaría en automático al grupo de futbolistas con los que sí va a contar. Sería un mal líder y obraría contra los propios intereses de la misión.
Lo que le resta es alistar de la mejor manera posible a los elementos que sí le prestarán y olvidarse de todos lo demás; pelearlos a los clubes mientras haya tiempo, pero no hacer pronunciamientos públicos que haga sentir al plantel definitivo como plato de segunda mesa.
Esos valores entendidos son conocidos por los propios directivos, que deberán recordarlos si acaso al Tri le marchan mal las cosas en un torneo que no será fácil en absoluto. Los rivales de la zona crecen, los arbitrajes decrecen y el armado de la lista estará hecho con lo mejor que se pueda pero no con todo lo que se pudiera.
El papel más ingrato es para el técnico y para la propia Federación: ante un eventual fracaso, sabemos que la memoria es flaca. Y pese a que Raúl no haría seguramente mención de ello, el juicio omitirá atenuantes.
Los equipos están a tiempo de pensarlo una vez más, pero no lo harán.
El máximo logro de nuestro futbol no podrá ser defendido cabalmente ni siquiera en el torneo clasificatorio para la siguiente edición olímpica.
Hay que entenderlo. Aún ese inolvidable triunfo es tapado por la sombra de otras prioridades.
fjgonzalez@reforma.com
Twitter: @fj_tdn