Osama Abdul Mohsen estará sentado hoy en el palco del Santiago Bernabéu para ver a su admirado Real Madrid contra el Granada. El entrenador sirio habrá tocado el cielo después de vivir el infierno de la guerra y el calvario de su huída, como otros miles, por las fronteras europeas. Desde 2011 la situación bélica en su país ha desplazado a más de 11 millones de personas.
A Osama le tocó la
suerte de que los medios y las redes sociales se centraran en su desgracia cuando mostraron cómo la periodista húngara Petra Laszlo le hizo una zancadilla, como si se tratara de un burdo defensa, y lo hizo caer con su hijo en brazos cuando los refugiados rompían el cerco policial en Hungría.
Cuando se supo que era un técnico de futbol, el presidente de los entrenadores españoles hizo las gestiones para llevarlo a Madrid y facilitarle un futuro con su profesión.
Hace unos meses, The New York Times recogió una historia menos mediática que la de Osama, pero igual de dramática y futbolera.
Mohammed Jadou tiene 17 años y vive como refugiado en Alemania con su padre. Fue el capitán de la Selección siria de su categoría que logró la clasificación al Mundial de Chile que arranca en un mes. Pero no podrá vestir la camiseta 10 porque fue declarado traidor.
Jadou, considerado como una de las promesas del futbol de Asia, tenía que realizar peligrosos trayectos para entrenar o jugar en Siria. En varias ocasiones sus autobuses fueron atacados por grupos rebeldes.
En otra ocasión, uno de los jugadores seleccionados murió tras un bombardeo. Tenía 15 años y era el compañero de cuarto de Jadou, quien al regresar del torneo asiático decidió dejar su país por temor. Pero su nombre, como el de los otros del plantel, estaba en una lista que le prohibía viajar. Entonces, su padre vendió la casa para que los llevaran clandestinamente por tierra a Turquía y de allí, por mar, a Italia. Subieron a una barca desbordada de personas que comenzó a hacer agua en medio del trayecto.
"Tuvimos que tirar todo por la borda, hasta la comida, para poder flotar. Los hombres y los niños achicaban agua con las manos. Fueron cinco días y cinco noches sin dormir", recuerda Jadou. Con sus últimas monedas, llegaron a Múnich y de allí fueron llevados a Oberstaufen, donde viven ahora.
Jadou entrena en el equipo local a la espera de la decisión final de su asilo. Teme por la vida y la seguridad de su madre y de dos pequeños hermanos que siguen en Siria.
Mohammed sueña con conocer a su ídolo Cristiano Ronaldo. "Si Dios ha escrito mi destino, tal vez hasta pueda llegar a ser mejor que él", se ilusiona.
Hoy en Madrid, Osama verá al astro portugués en vivo y en directo. Será una tarde feliz después de tanta desgracia y de un "penal" que indignó al mundo y avergonzó a los periodistas.
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