Hay equipos que se autocondenan al fracaso desde la propia elección de su director técnico.
Algo que tiene que ver, entre otras cosas, con esa tradicional dificultad de los dirigentes para definir el adecuado perfil que debe cubrir el técnico de cada equipo.
Al margen de su capacidad como tal, necesaria para dirigir en cualquier lado, cada técnico requiere determinados rasgos,
dependiendo del equipo en turno, para ampliar sus probabilidades de éxito al dirigirlo.
Muy distintas características debe tener quien dirija al Barcelona con respecto a quien lo haga en el Real Madrid o en el Sevilla, como diferentes son los requisitos para dirigir a las Chivas, al América, a los Pumas, a los Tigres o al Monterrey.
Además, el perfil del técnico idóneo para cada equipo está en continuo movimiento, evidentemente no suele ser el mismo en un torneo que tres o cuatro torneos después.
Quizá sea ese factor uno de los que incida, por ejemplo, en el actual y alarmante caso del Cruz Azul.
Con Sergio Bueno como director técnico parece cumplirse a la perfección el asunto del perfil... con los parámetros azules de hace 20 años.
Un técnico bien preparado, educado, caballeroso, que seguramente les transmite algo de esas cualidades a jugadores urgidos de otras cosas.
Urgidos, en este momento y después de tantos años sin títulos y sin responder en los partidos cruciales, de un técnico que viva muy distinto el futbol y que así les enseñe a vivirlo, o sepa elegir y aprovechar a los jugadores que de igual forma lo interpreten.
Técnicos como Tomás Boy o Miguel Herrera, por poner los dos más claros ejemplos entre los actualmente desempleados.
Más allá de lo que al Cruz Azul le suceda en su partido en Monterrey dentro de 10 días, más que Bueno sería Boy... ¿o será Herrera?
Cuestión de entenderle a los perfiles y acertar en la elección.
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