La victoria de la Selección Nacional en la Copa Oro dejó como herencia el décimo título de su historia, varios miles de moralistas futboleros y el regreso a la confianza después de algunos trances de pesadilla.
Jamaica fue afectada por el principio de Peter: le fue imposible funcionar en el siguiente nivel de competencia. La Final y el adversario le quedaron grandes.
Empezó bien
arrimándole al Tri su potente carrocería, pero en el futbol también la inteligencia juega un papel fundamental.
Tras los primeros 15 minutos, México bajó el balón, se acompañó, fue sagaz y contó con un Guardado más grande que el equipo, con Jesús Dueñas, quien fue la buena noticia tardía en la Copa Oro para el Tri, y en general con un mayor bagaje técnico que el adversario.
El gol de Guardado hizo justicia al peso que se le colocó en la espalda después del penal cobrado contra Panamá. Fue un alivio para él y para el equipo. Cayó en pleno dominio del Tri y fue uno de los golpes de autoridad sucesivos que terminaron bajándole la guardia al rival.
De ahí en adelante, con un preciso manejo de partido, la Selección terminó jugueteando. Cuidó un tanto las piernas tocando de primera intención para evitar el cuerpo a cuerpo, pero sin renunciar al siguiente gol.
El triunfo fue más que merecido y el festejo del Tri por lo tanto es válido.
Aunque la Selección despierta a la Sara García que todos tenemos en algún lugar del alma, la dimensión del título hay que verla con prudencia. Igual que los malos momentos que fueron exaltados por quienes sacaron de contexto ese penalti contra Panamá.
México ganó un torneo con el que antes se quedaba siempre. Cuesta mucho más trabajo en años recientes y ahora supo sortear con lo que estuvo en sus pies los obstáculos.
Quedan dudas y confirmaciones. Guardado es el nuevo líder; Corona, el aire fresco; Jonathan, una realidad, y "Maza" ya derrotó a sus demonios de la eliminatoria pasada y Ochoa es el arquero seguro que grita por jugar donde sea cada fin de semana.
Vela nunca se encontró, Aguilar y Layún no son siempre las alas que permiten volar, Peralta mantiene momentos bajos y Herrera terminó muy gastado su gran temporada en Portugal.
No todo es bueno, no todo es malo. El cuaderno de conclusiones siempre lucirá más si se pone en la mesa junto al trofeo de campeón. Todo es así más fácil. Y habrá que hacer el análisis más serio que se pueda para que la enseñanza sea real.
Con malos ratos, a México le alcanzó para reconquistar un trofeo muchas veces esquivo.
Iniciar la siguiente etapa con la sonrisa del triunfo siempre anima y empuja. Aunque casi se nos había olvidado lo que se siente.
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