Todos los días se lee algo nuevo sobre las corruptelas de la FIFA: nuevos países acusados de otorgar sobornos para alcanzar nombramientos como sedes de eventos internacionales, la negativa posterior de los países mencionados y detalles de los acuerdos alcanzados por el soplón del FBI en la organización que era de Blatter.
La vida de Chuck Blazer, mientras ostentaba sus poderes en Concacaf
y en la FIFA, era tan pintoresca como su figura bonachona y sus combinaciones de corbatas. Parecía que el derroche que le rodeaba estaba en proporción directa con su peso o con lo enmarañado de su barba, por lo que le gustaba caracterizarse de Santa Claus.
Su facilidad para los negocios lo convirtió en un as de la industria futbolera de Estados Unidos, primero con la organización de la MLS y después con el Mundial de 1994 y las posteriores Copas de Oro. Era tan eficaz con su estilo de experimentado vendedor de botones, como para obtener el apoyo de Pelé en su campaña en la MLS o a la hora de cobrar su "10 percent".
Usaba dos apartamentos en la torre del "amigo de México" Donald Trump frente a Central Park. En el piso 18 del edificio opera la oficina de la Concacaf, pero él vivía en el 49, por el que la organización pagaba mensualmente unos 18 mil dólares y en un contiguo, por 6 mil dólares, retozaban sus gatos mascotas.
Blazer necesitaba también un transporte en Nueva York acorde con su peso específico. Por eso, la Concacaf pagó en 2004 una camioneta Hummer H4 por unos 50 mil dólares y prácticamente la mitad para mantener una plaza de estacionamiento.
El levantamiento, esta semana, del secreto del acuerdo logrado por Blazer con las autoridades estadounidenses muestra que le detectaron delitos que podían totalizar más de 70 años de cárcel.
El dirigente neoyorquino llevaba más de una década evadiendo impuestos. Esa fue la principal arma del FBI para convertirlo en un espía a partir de 2011 a cambio de no llevarlo a la cárcel. En la audiencia secreta realizada en 2013, fue acusado formalmente. Blazer compareció en silla de ruedas y el juez le preguntó por su salud y respondió que estaba en medio de un tratamiento contra un cáncer de colon y con afectaciones por su diabetes. Aceptó 10 cargos y pagar más de 11 millones de dólares por el fraude fiscal. Se comprometió a pasar información y a seguir las instrucciones de los agentes. Como en las películas, iba a las juntas con una grabadora y videocámara oculta en un llavero para registrar las conversaciones.
Por lo pronto, como consecuencia de sus filtraciones, algunos dirigentes ya vieron la tarjeta roja hace unas semanas.
Dicen los que saben que los datos proporcionados por Blazer auguran nuevos sismos que pueden hacer temblar hasta Rusia y Qatar.
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