EL TODOPODEROSO JACK
Austin Warner (26 de enero de 1943, Río Claro, Trinidad y Tobago), mejor conocido como Jack Warner, tomó el poder de una confederación que era dominada por México y, con el apoyo de su hasta hace poco mejor amigo, Chuck Blazer, hizo del abuso del poder una forma de vida.
Warner está acusado de recibir sobornos por 10 millones de dólares para apoyar la sede
de Sudáfrica para el Mundial 2010, pero goza de la libertad bajo fianza, pues pagó 2.5 millones de dólares.
La verdad es que el dinero, desde hace unos 20 años, nunca fue problema para el trinitario.
DE MAESTRO A POLÍTICO
Antes de llegar al mundo del futbol, Warner era maestro de escuela y el mayor de seis hermanos. Fue criado casi en solitario por su madre, mostró cualidades para el estudio y, poco a poco, entre becas y buenas calificaciones, fue obteniendo los diplomas que lo facultaron para ser docente.
En 1971 inició su andar como maestro en las aulas de Universidad del Noroeste, en Trinidad y Tobago; un par de años más tarde, se convirtió en maestro de sociología de medio turno y hasta 1993 fue profesor de historia en el Instituto Politécnico.
Con todo su conocimiento en el área social, Warner estaba listo para dar el paso a la política, sin embargo, antes se cruzó en su camino el futbol, un negocio que le dio muy buenas ganancias.
Después logró meterse en la política. Actualmente es ministro de Trabajos y Transporte de Trinidad y Tobago, además de miembro del Parlamento por el distrito Chaguanas West, por el partido United National Congress.
EL ASCENSO
En 1966 inició su carrera como dirigente de futbol, al convertirse en secretario general de la Asociación Central de Futbol y, siete años más tarde, secretario de la Federación de Futbol de Trinidad y Tobago.
Con Chuck Blazer en el mapa, el trinitario se convirtió en el presidente de la Concacaf, en 1990. El plan es conocido: todos los países caribeños adquirieron el mismo poder de voto que los demás y así México perdió su protagonismo en la Concacaf.
En la década de los 90 Warner amasó su fortuna con base en ejercer su poder al frente de una Confederación, en la que la mayoría de las 41 asociaciones se cuadraba a la disposición del trinitario.
En 1997 fue electo vicepresidente de la FIFA. Ya tenía no sólo a la Concacaf a sus pies, sino gran parte del mundo futbolístico.
AMENAZA DE VETO
Con todo a su alcance como máximo dirigente de la Concacaf e injerencia en la FIFA, a Warner había que darle gusto sí o sí, en cualquiera de sus peticiones.
En una ocasión acudió a un partido México-Trinidad y Tobago, clasificatorio para la Copa del Mundo. Se instaló en el palco VIP del Estadio Azteca, como normalmente se hace con los invitados de lujo.
"¿Algo de tomar para el señor?", palabras más, palabras menos. "Whisky, etiqueta azul, con agua de coco", respondió Warner, ante la sorpresa del mesero y de uno que otro directivo mexicano que se encontraba en el lugar.
En un palco de un estadio de futbol, por más surtido que esté, es complicado tener un whisky de 21 años y todavía más agua de coco.
Bajo amenaza de veto, gente de la Federación Mexicana de Futbol salió corriendo a buscar la bebida predilecta del trinitario, que hoy, de nuevo a la moda, bien podría bautizarse como "Jack Warner Sunrise".
PREMIOS PARA ¿TODOS?
Pese a que como máximo dirigente de la Concacaf, Warner tenía un mundo a sus pies, una asignatura estaba pendiente: que su país clasificara a un Mundial. Entonces, vio en Alemania 2006 la oportunidad perfecta.
De la mano de Leo Beenhakker, los trinitarios amarraron un cuarto lugar en la eliminatoria de la Concacaf, lo que les dio la posibilidad de jugar el Repechaje frente a Bahréin, en el que finalmente ganaron su pase a la Copa del Mundo.
En medio de la celebración llegaron los premios por haber obtenido tan histórico logro, como bonos por objetivos cumplido y pagos por derechos de transmisión.
La lista sumó poco más de 18 millones de dólares, sin embargo, Warner argumentó que los costos fueron de poco más de 17 millones y acordó que cada futbolista de la Selección recibiría alrededor de 5 mil dólares por concepto de premios.
El escándalo se desató con la negativa de los futbolistas y creció cuando la prensa local dio a conocer que el directivo se había quedado con el resto de las ganancias.
"Warner hizo promesas. Habíamos acordado tener el 50 por ciento de todo el dinero obtenido en el aspecto comercial, incluso, nosotros dijimos que no era posible (tan poco dinero), se hicieron contratos que firmamos con Adidas y otras compañías, en lo ancho y largo de Trinidad y Tobago", señaló Shaka Hislop, portero de dicha Selección.
REVENDEDOR
Servirse con la cuchara grande siempre fue una práctica común para el también dueño del equipo Joe Public Football Club y, con el pase al Mundial de Alemania 2006, la oportunidad de hacer más negocios a su favor se presentaba de forma sencilla y estimulante.
La agencia de viajes Simpaul, propiedad de su hijo, en la que Warner tenía acciones, fue el escenario perfecto para perpetuar su siguiente negocio.
Como país clasificado, Trinidad y Tobago recibió cortesías para su federación, mismas que Warner acomodó, en su mayoría, dentro de la agencia de viajes de su hijo. Ofertó miles de paquetes con los boletos que le otorgó el Comité Organizador.
La prensa trinitaria acusó a Warner de haber tenido una ganancia de alrededor de 350 mil dólares por revender boletos para Alemania 2006.
VAN A CAER
En mayo se destapó la alcantarilla y todos los trapos sucios de la FIFA y sus dirigentes fueron puestos en evidencia. Para muchos no fue sorpresa que el nombre de Jack Warner saliera entre los implicados, a pesar de que en el 2011 había renunciado de su cargo como vicepresidente del máximo organismo del futbol mundial.
Apenas en esta semana, la Interpol lo agregó a su lista de hombres más buscados, al emitir una alerta roja contra él, curiosamente, no porque no sepa dónde está.
Desde que se dio la noticia de corrupción en la FIFA y se giró una orden de aprehensión en su contra, Warner ha permanecido en su país, sin embargo, cualquier movimiento que haga fuera de Trinidad y Tobago será rastreado por las autoridades internacionales.
Argumentando que se trata de una cacería de brujas, Warner amenazó con hablar sobre todo el escándalo y sentenció: "Ni siquiera la muerte frenará la avalancha que se viene".
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