BERLÍN.- Hoy se juega en Berlín el partido más importante del 2015.
La Gran Final de la Champions League, el torneo de más elevado nivel futbolístico en el planeta.
En un lado el Barcelona, el equipo que en términos generales, durante los más recientes seis o siete años, quizá sea el que mejor haya jugado en la historia de este juego.
Y enfrente la Juventus, una escuadra
supuestamente no tan poderosa pero sí capaz de ir recorriendo con incuestionables méritos cada tramo del largo y sinuoso camino hasta esta última instancia del importantísimo torneo.
Un equipo que sabe defender muy bien de distintas formas, ante el que mejor ataca y mayor variedad le da a sus ataques.
Por un lado la solidez defensiva, la garantía de Buffon en la portería, el talento y la solvencia técnica de Pirlo, la capacidad desequilibrante de Tévez.
Por el otro la inusitada pulcritud individual y colectiva en el manejo del balón, la eficiencia de Rakitic y la claridad de Iniesta en el medio campo, la contundencia de Suárez y Neymar en la zona de ataque y definición.
Y por encima de todos, compañeros y adversarios, un Lionel Messi en plenitud, capaz de hacer con cada balón que toca lo que nadie más puede ni ha podido.
Si lamentablemente han sido Joseph Blatter y sus secuaces quienes han acaparado las notas "futboleras" en los últimos días, ahora les corresponde asumir su preponderante papel a los verdaderos protagonistas del juego.
Del patético "futbol" de pantalón largo, al maravilloso futbol que los de corto son capaces de desplegar.
De las oficinas en las que tantos enjuagues se fraguan alrededor de este juego-deporte-espectáculo-negocio, al lugar en el que se genera el suculento producto de consumo.
De la mesa en la que muchos medran, a la cancha en la que muy pocos brillan.
Que del mejor de los partidos del verdadero juego, hoy salga victorioso quien mejor lo juegue.
gomezjunco@reforma.com
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