Santo susto

Francisco Javier González
en CANCHA


Gallos Blancos de Querétaro hizo algo que quedó un escalón debajo de lo imposible: hacer digna una Final que no lo estaba siendo.

El 3-0 con que terminó el primer tiempo hizo pensar que cualquier cosa podía suceder: el control emocional de Santos no había existido. No producía una sola llegada con cierto grado de peligro. Sólo resistía lo que podía, sin encontrar las cuerdas para recibir

castigo con la guardia arriba y sin caer a la lona.

Querétaro lo hizo como en la vuelta de la semana pasada contra Pachuca: tuvo un primer tiempo esplendoroso, a todo pulmón, rutilante. Con ritmo de un velocista que enfrentaba a un corredor de distancias largas.

Si los Tuzos no supieron cómo evitar que Gallos les alcanzara en el global, Santos escuchó la campana del medio tiempo para tomar aire y activar su memoria. Caixinha les habrá pedido repasar en su mente los momentos que le hicieron llegar a la Final con tal ventaja tras dejar en el camino a Tigres y Chivas, ambos a domicilio.

A diferencia del Pachuca, Santos sabía que el castigo en la Comarca había sido demasiado. Con un primer tiempo tan malo como el de las peores épocas, todavía tenían dos goles resguardados. No alcanzaba para cometer muchos pecados más, más ausencias en el terreno, pero al rival le faltaban un par de tantos todavía y esos se podían evitar.

Por qué un equipo puede caer tanto sobre su propio rendimiento habrá pasado por la actitud mental. Vucetich hizo un espléndido trabajo para convencer a sus jugadores que no estaba todo perdido aún. Y Santos, probablemente, salió al campo convencido de que la distancia con la vuelta olímpica no era de goles sino de tiempo y que no había muchos riesgos que amenazaran el título. Ahí se estableció la diferencia acortada. El 5-0 que pasó a 5-3.

El duelo resultó entonces entretenido y emocionante porque Santos pareció brindarle un último deseo al condenado a muerte. Como pudo fumarse un puro, eligió dar lo que le restaba para evitar lo que la ida había determinado. Tuvo que terminar muy nervioso, hasta que aplicó el control en el segundo tiempo para que ahora sí, aliado al reloj, esperara el final para el inicio de la celebración con todo y el disparo de Rubio detenido por Marchesín para confirmarse como el mejor portero de México.

Los puristas no estarán contentos con tantos altibajos. La alta competencia no debe permitir esos brincos. Pero de algo no hay duda: el Clausura 2015 fue emocionante, disputado y resuelto hasta el final.

Santos Laguna mereció ganar el título pese a su octavo sitio en la Tabla porque ganó cuando vale más hacerlo. Con todo y el golpe al miocardio. Con todo y los sustos.

 
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