La irrupción de agentes de seguridad en las habitaciones de varios personajes de la FIFA no es el inicio de una nueva y taquillera serie de televisión.
Contrastando la Operación Puerto en el ciclismo con Jack Bauer y su exitosa "24", existe una gran diferencia. La realidad ha superado la ficción.
En los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a desconfiar casi de todo. Nos enteramos
también en el deporte de ídolos que hicieron trampa toda su vida y fueron descubiertos después de haber sido adorados. El doping ha sido el gran destructor de imágenes cuando se supo presente en esas grandes hazañas que creíamos auténticas.
Ahora el expediente es otra vez de pantalón largo. Corrupción, dinero sucio, tráfico de influencias. Personajes célebres de Conmebol y conocidos de Concacaf están siendo sometidos a una investigación seria, de esas que no se andan por las ramas.
Ya en el 2002 vivió la FIFA una situación crítica la semana previa a sus inminentes elecciones: el secretario general de Joseph Blatter, Michel Zen-Ruffinen, reveló un documento en el que se acusaba de corrupción al propio presidente del organismo. La agresión fue repelida: Blatter ganó su primera reelección y poco duró en el mundo del futbol el acusador: tanto, como el tiempo de su trayecto al aeropuerto de Seúl.
Si el futbol es la religión, la FIFA es su iglesia: tiene puntos vulnerables, oscuros, inadmisibles, cuestionables.
Lo ocurrido, sin embargo, deja por lo pronto dos cosas claras: no hay ningún mexicano involucrado en el escándalo y el desprestigio de Concacaf gana posiciones en la tabla general.
Nada puede ser asegurado antes de ser juzgado. El caso invita a la opinión fácil sin los elementos de juicio suficientes. Normal, porque la percepción que se tiene generalmente de la FIFA no ayuda a brindarle el beneficio de la duda.
Seguramente las elecciones, de acuerdo a lo programado, entregarán mañana el reiterado veredicto: Blatter habrá de ganarlas pese a todas las dudas, rumores y suposiciones respecto a la falta de transparencia del organismo.
De cualquier manera, la noticia es buena: se está investigando algo que huele mal, sabe mal... y seguramente está mal.
La corriente justiciera que de pronto apareció en el futbol español investigando algunos partidos, el desenmascaramiento de Lance Armstrong o el despertar de pesadilla que en Zúrich sufrieron varios directivos que el FBI investigaba hace tiempo, hacen saber de la existencia de organismos que evitan la impunidad de posibles delitos.
Es bueno saber que se cuenta con ellos, aun exhibiendo a poderosos cotos de poder.
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