Sistema endémico

Roberto Gómez Junco
en CANCHA


Mañana se juega la primera parte de una Final a la que llegaron los dos equipos que mejor entendieron las reglas del juego.

No los que mejor futbol han desplegado a lo largo del torneo, ni mucho menos, pero sí los que supieron cómo debe jugarse en cada instancia para así llegar a la última.

El Santos Laguna, porque en la Liguilla ha encarado cada tiempo de cada partido como debía

hacerlo de acuerdo a las circunstancias, ante sendos adversarios, Tigres y Chivas, que estuvieron muy lejos de hacer lo mismo y en realidad jugaron peor que nunca en los momentos decisivos.

Y el Querétaro, porque respondió a la perfección precisamente en los momentos cruciales ante el Veracruz y el Pachuca.

Así se instalaron en la Final un conjunto lagunero que había clasificado de auténtico "panzazo" y una escuadra queretana de pésimo inicio, a la que Víctor Manuel Vucetich le cambió por completo la cara y el rumbo a partir de la octava jornada.

Aunque nadie puede cuestionarles a estos dos finalistas la legitimidad con que subieron hasta el último escalón del torneo, lo que sí sigue siendo altamente cuestionable es ese sistema de competencia que propicia casos como éste.

Un endémico sistema de competencia que promueve la mediocridad al premiarla, y que por lo tanto inhibe la búsqueda de la excelencia.

¿Para qué pelear por el primer lugar si cada uno de los equipos puede ir "campechaneándosela" en la medianía durante 17 jornadas, y aún así aspirar a la obtención del título?

Un título, además, que en la Fase Final está al alcance de cualquiera de los ocho participantes en ella, gracias al bienvenido equilibrio de fuerzas (aunque suela serlo, también, de debilidades e inconsistencias).

Esperemos, por lo menos, que esta Final ofrezca un futbol de mayor nivel que el exhibido en términos generales a lo largo del torneo, y que después revisen y pulan dicho sistema de competencia quienes deberían revisarlo y pulirlo, para así aspirar a uno que promueva un mejor futbol y termine por otorgarle el título al que a más elevados niveles sea capaz de jugarlo, y no sólo al que reglamentariamente vaya cubriendo los debidos requisitos.

¿Será mucho pedir?

 
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