¿Qué se puede decir de Lionel Messi que no se haya dicho? ¿Por qué habría de decir algo de Lionel Messi que no se haya dicho? Después de su nueva glorificación, tras el partido y los goles contra el Bayern Munich en Barcelona, ¿puede un espacio como este, dedicado al futbol internacional, ignorar tal hecho a costa de parecer poco original o reiterativo?
¡Pues no! Con su permiso, amigo
lector, y con mi prejuicio de periodista de buscar siempre lo nuevo, le voy a recetar mi rosario sobre el rosarino.
Hacía tiempo que un gol no era capaz de arrancarme, por lo menos, una lágrima. Menos, cuando no estaba en juego la emoción de la playera de mis amores nacionales. El miércoles lo logró Messi. Mis ojos se hicieron cristal por lo que veían y a mis mejillas le surcaron unos pequeños y silenciosos ríos.
No grité la obra de arte del segundo tanto del equipo de Messi (dicho con la "de" de propiedad, no de pertenencia), simplemente dejé entrar la pelota en mi alma futbolera y ella respondió con una emoción inexplicable para quienes no ven este juego más allá de sus formas.
Hacía tres minutos que el jugador más completo del futbol contemporáneo había empezado a decidir un partido que empezaba a bailar al ritmo que tocaba Pep Guardiola desde el banco. ¿Observaron la manera políticamente correcta que encontré para definir el valor de Messi? Ni el mejor del mundo, ni el mejor de la historia. Hay que también respetar a los astros, únicos, que lo precedieron y a su archirrival de hoy: Cristiano Ronaldo. Un brillante jugador que, como el compositor Antonio Salieri, tiene que ver cómo su extraordinario talento se marchita el día después bajo la sombra del Mozart argentino.
Mostró Messi cuánta emoción acumula a lo largo del partido al desfigurar con el grito de goooooooooool la cara de póquer que le acompaña cada vez que va al piso derribado por un defensa. En la segunda diana, la supersónica velocidad corta que desmiente su paso cansino, casi desentendido, con el que trota la cancha cuando su equipo no tiene la pelota.
El Barcelona "de" Messi rompe récords cada semana. Le entrega a Neymar un penal para que sea feliz en un partido a riesgo de rezagarse de su carrera por el Pichichi. Hace a Luis Enrique un entrenador ganador que supera en la estadística, aunque no ha ganado ningún torneo, lo registrado por Pep el primer año con el Barsa.
Después de líos fiscales y una final del Mundo perdida ante el entonces invencible Neur, la "Pulga" ha vuelto a ser grande. Arropado por Mascherano y Suárez, con quienes comparte las rondas de mate; contento por la llegada de un nuevo hijo; goleador histórico del futbol español y omnipresente en la escuadra culé. Imposible detenerlo, profetizó Guardiola.
Que Dios es argentino, es un chiste popular. Que Messi sea el Dios del futbol una verdad indemostrable, pero una buena parte del mundo le adora como tal y sus poderes con la pelota hacen llorar al más escéptico de los espectadores.
homero.fernandez@reforma.com
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