La noche de Cuauhtémoc
Con goles se puede convencer a una turba y apagar amenazas de muerte.
"Te vas a morir, allá vas a pagar todas". Esa frase hostil y cargada de rabia escuchó Cuauhtémoc Blanco la noche del 3 de mayo del 2000, al final del partido de ida de los Octavos de Final de la Copa Libertadores.
Quien se la dijo fue Édgar Carvajal, un volante
colombiano del América de Cali, quien terminó iracundo por las burlas del entonces jugador del América, en el festejo del gol del 2-1, en el Estadio Azteca.
Esa noche, el ídolo de Tepito celebró caminando hacia atrás, frente a los defensas rivales.
Temo había sido el artífice de la remontada del América en ese juego, que comenzó ganando el cuadro colombiano. Braulio Luna empató y Blanco marcó el gol del gane en los minutos finales, con lo que desató la euforia de 75 mil personas en el Azteca.
Los colombianos, que estaban invictos en casa, donde recetaban goleadas, estaban convencidos de que iban a hacerle pagar a Blanco su osadía. El de ida había sido un juego bravo, con patadas, manoteos, expulsiones e insultos.
El de vuelta debía jugarse en el Estadio El Campín, de Bogotá, debido a las obras de mantenimiento a la cancha del Pascual Guerrero, de Cali.
"En Bogotá hay mucha afición a los Diablos del América, quizá hasta más fiel y exigente que la de Cali", recordó Leonardo Fabio Moreno, delantero de ese equipo, quien años más tarde llegaría a Coapa.
Una semana separaba a un partido del otro. En los medios mexicanos y colombianos la guerra de declaraciones por la aparentes amenazas de muerte para Blanco crecían y se caldeaban.
"No sentía que hubiera sido así, pensé que eran cosas normales del calor del partido, pero algo escuché y luego algunos de los muchachos me comentaron que sí pasó", confesó Alfredo Tena, entonces técnico de las Águilas.
Sergio Berti, refuerzo de ese plantel azulcrema, era el más apático a la serie y hasta recriminaba a Cuauhtémoc por su actitud.
"No creo que haya sido así, pero también si provocas, te arriesgas a eso, creo que no hay que provocar tampoco así al rival", declaró el argentino.
Los del América de Cali intentaron minimizar lo sucedido, sin condenar al mundialista mexicano.
"La actitud soez del equipo América de México es de un solo jugador, que ustedes ya lo conocen, que es Cuauhtémoc, los otros jugadores con que tratamos todos son unos caballeros", denunció Frankie Oviedo, entonces creativo del Cali.
"Si se le ha dicho algo es por la calentura del partido, pero no pasa absolutamente nada, son 11 contra 11 dentro de la cancha".
En Colombia Carvajal justificaba su reacción hacia Blanco.
"Son cosas del juego, pero él también fue muy bajo. Le dijo a uno de mis compañeros que su mamá vendía coca, que por eso jugaba, que era muy malo, pero listo, él tendrá que demostrar acá todo lo guapo que quiso ser en México", denunció.
Tres días antes de viajar a Colombia, la directiva que encabezaban Javier Pérez Teuffer, presidente, y Héctor González Iñárritu, vicepresidente, analizaban llevar seguridad privada.
"Cuauhtémoc está muy cabrón, es un tipo que no se intimida con nada y menos con eso que estilan allá en Sudamérica. Uno igual se la piensa, pero Temo, no, él va de frente ante el que sea", relató Isaac Terrazas.
Llegó el día del juego. El Campín registraba un 75 por ciento de su capacidad.
"¡Sal, Cuauhtémoc; sal, Cuauhtémoc!", gritaban, sin acento, en la enardecida Barra Diablos Siempre Fieles.
"Había nervio en el vestidor porque estaba muy caliente la cosa afuera. Óscar Rojas le dijo a Tena que mejor calentáramos sin salir al campo, pero Cuau pidió salir solo", recordó Pavel Pardo,
"Sí, 'Capi', dejen salgo y luego ya salen todos si quieren. Me van a amar", relató Marco Sánchez Yacuta años después.
Blanco salió al campo y la silbatina y abucheos arreciaron en el estadio.
En solitario, hacía movimientos de calentamiento en la cancha y hasta se ponía de frente a la barra, pero sin mirarla, concentrado en sus movimientos.
Luego le siguió Christian Martínez para calentar en la portería.
La multitud poco a poco cambió los insultos por miradas incrédulas ante el osado mexicano que ni se intimidaba.
Blanco parecía inspirarse para la epopeya que protagonizaría ante el clima adverso. Al iniciar el partido, cada pelota que pasaba por Blanco la silbatina era intensa, pero ya con menores decibeles ante la acción de enfriamiento que hizo el 10 americanista.
Al minuto 12 llegó el primero de su heroica noche en un centro de Pardo por la derecha que Cuauhtémoc remató con la testa y sacudió las redes enemigas.
"Ese gol calmó la tensión y la gente se comenzó a apagar en su enojo", recordó Carlos Hermosillo.
En un palco protegido con cristales, Pérez Teuffer, González Iñárritu, Alejandro de Haro y demás directivos contuvieron el festejo.
Entre Blanco y Fabián tejían las opciones, con José Luis Calderón muy activo como delantero abierto y Marcelo de Faria como el volante de ida y vuelta.
El silencio se apoderó de El Campín a los 28', con un excelso cobro de tiro libre de Blanco. "¡Golazo. Golazo!", se levantaron del palco los directivos.
"Agachados, agachados, que todavía la gente no se da cuenta", les recomendó Paco Reyes, el jefe de prensa, cuando la afición aún no los ubicaba.
El 2-0 de Blanco se vio acortado a 2-1 por un bombazo de Carvajal antes del descanso.
En el segundo tiempo, Tena tuvo que echar mano de Víctor Santibáñez y Germán Villa para reforzar la contención.
Así hubo más espacio y libertad para Estay, quien tuvo una de sus mejores actuaciones con las Águilas. Cuauhtémoc, en el área, le levantó las manos para pedirle el balón y, ante el temor de sus marcadores, se acomodó la pelota y liquidó con el 3-1, su cuarto gol en dos juegos sobre su rival caleño.
"Qué juego de Cuau. Igual tomen nota de ese Frankie Oviedo, el número 8, me parece que podría caer bien en el equipo en el futuro; hay que preguntar cuánto vale", le platicaba en el palco Pérez Teuffer.
Fabio Moreno acortó en un tiro de esquina con el 3-2, pero ya la gente bogotana estaba rendida ante el baile que le puso Blanco a su equipo.
"Que partidazo se aventó ese día ese cabrón. Nos trataron medio gacho ahí en Colombia, pero valió la pena ese triunfo", relató el portero Christian Martínez.
Cuando el árbitro argentino Horacio Elizondo observó el reloj, ya los insultos habían desaparecido.
La hinchada colombiana, resignada, aplaudía a aquél encorvado 10 que los había calentado, pero que en el segundo duelo los asombró con su clase y determinación.
"Les dije que terminarían amándome. Se los dije, acuérdense que lo que se hace con el balón mata cualquier amenaza en una cancha", les repetía Blanco en la cena a sus compañeros.
Eliminadas de la Liga, pero con vida en Cuartos de Final de Libertadores por primera vez en su historia, las Águilas, tuvieron un permiso, no expreso, de llevar mujeres a sus habitaciones antes de volver a México al día siguiente.
Muchos, como Estay, Hermosillo, Berti, Calderón, José Luis Salgado, se abstuvieron. El resto tomó parte de la fiesta dedicada a Blanco, el caudillo al que amenazaron de muerte, pero que terminó por matar de admiración a sus enemigos, con su futbol y magia sobre la cancha.
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