Agua en el desierto

Francisco Javier González
en CANCHA


Ya se sabe.

Es difícil detenerse en un solo momento porque solemos tener la cabeza pensando en el pasado y planeando el futuro. Es difícil, salvo para las conciencias muy educadas, paladear el instante presente.

Desde la advertencia de Tomas Boy cuando el "Chícharo " Hernández fue anunciado como refuerzo del Real Madrid, hasta el segundo anterior a rematar a gol el servicio de

Cristiano Ronaldo para firmar el triunfo del Real Madrid contra el Atlético, todos los pensamientos han sido pesimistas.

No es que el "Jefe" haya equivocado la apreciación sobre los pocos minutos que tendría Hernández en el terreno. Ni tampoco que el gol que paró en seco una sufrida racha de los Merengues frente a los Colchoneros le cambie el futuro al goleador mexicano.

Pero si alcanza para revaluarlo, para saber que cualquier equipo importante contará con él en el momento que requiera de sus goles. Para que su nombre sea primera plana en todo el mundo futbolero porque definió en un partido de grueso calibre frente a una de las defensas más despiadadas del orbe.

El ponerlo a jugar obedeció en parte a que hasta el utilero del Madrid está lesionado y Ancelotti se vio necesitado de confiar en Javier. El festejo de sus compañeros implica un reconocimiento al colega empolvado que resolvió un duro acertijo. Las tomas de la transmisión internacional siguiendo a Cristiano Ronaldo en la celebración antes que al autor del gol, señalan quien es el jefe mediático. Y el llanto del "Chícharo", un desfogue después de tanto ninguneo al que ha sido sometido pese a sus cualidades.

Imposible saber qué sucederá mañana. Podrá el gran guisante tomar otro rumbo o quedarse con el Madrid. Pero hoy se da un margen para celebrar y alcanzar una cotización diferente a la que ha sido sometido por la banca.

La situación puede ser comparada con la catarsis del Puebla tras ganar la Final de la Copa MX a Chivas.

Es posible que el equipo de La Franja este lamentando en tres semanas el descenso de categoría. Que la amargura inunde una franquicia merecedora de mejor destino que el construido por sus propios mentores.

Pero aun si así fuera, el momento mágico que se vivió el martes con un partido trepidante y la recompensa que se le dio a una afición más sufrida que el bueno de cualquier película, tiene que ser disfrutada y revaluar por unos días a un plantel que increíblemente no juega así en la Liga hace meses. La presión estará haciendo su parte.

Por lo pronto, a dos capillas les llegó su fiesta.

No hay mal que dure una temporada completa.

 
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