Para confirmar lo sui generis de nuestro futbol, el emproblemado conjunto del Puebla se coronó ayer como campeón de Copa.
Increíblemente, el primer título para un equipo mexicano en este 2015 es para el que tal vez se inscriba en la División de Ascenso dentro de menos de un mes.
Sólo tal vez, porque en realidad lo más increíble de todo es que una escuadra con los argumentos tan
convincentes como los que supo esgrimir en la Copa, siga tan encamotado en la Liga, ya por completo a expensas de lo que hagan y dejen de hacer unos Leones Negros con mucho más marcadas limitaciones.
Ayer, los poblanos superaron con brillantez a unas Chivas que supieron resolver lo esencial en la Liga, pero fallaron en este último intento copero.
Una escuadra poblana que en innumerables ocasiones ha desperdiciado la oportunidad de garantizar su permanencia en el Máximo Circuito, y cuyo futbol desplegado en términos generales ameritaría esos cuatro o cinco puntos más que la tendrían salvada.
De cualquier forma, su coronación de ayer en la Final de Copa y el futbol ofrecido en la misma (adornado con la despedida de un histórico jugador, Cuauhtémoc Blanco) sirvieron para confirmar que este torneo está ganando terreno.
En el nivel de juego exhibido, en el espectáculo ofrecido y por lo tanto en el gusto de los aficionados.
Paulatinamente los equipos de Primera División lo han encarado con mayor seriedad, ya sea porque han empezado a utilizar a sus mejores hombres, o porque lo aprovechan para darle verdadero juego a quienes aspiran a ganarse un puesto como titulares.
Sea por lo que sea, y a pesar de los pesares, es evidente que esta Copa está alzándose.
Y cuando los de pantalón largo se avoracen menos y acepten cambiar al formato de eliminación sencilla a ida y vuelta desde el inicio, entonces se alzará más.
Ojalá para la siguiente. Y ahora queda por verse si para el Puebla este flamante, merecido y meritorio título funciona nada más como consuelo... o también como aliciente.
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