Qué difícil es juzgar a quien, a su vez, imparte justicia cuando no se han exhibido los elementos suficientes para ello.
La Concacaf reparte castigos como si fueran volantes de una nueva pizzería, y no sustenta en algún artículo específico la base de las sanciones.
Si el balón golpeado por Paolo Goltz estaba en juego o no a la hora del suceso, no tiene duda: el video del partido
contra Herediano avala que el árbitro ya había silbado.
El impulso y violencia aplicada por Goltz en la acción no solo heló la sangre de quienes presenciábamos el partido, sino que en él mismo produjo el mismo efecto.
Si técnicamente el América lograra que desapareciera el castigo por los argumentos que expone Ricardo Peláez, el caso sería digno de escribir un nuevo capítulo de Perry Mason, aquel célebre abogado de la televisión de los sesenta que esclarecía casos imposibles.
Goltz, sin duda, merece una sanción salvo que algún tecnicismo legal lo impidiera. Ahora bien: seis partidos parecen muchos -como a algunos le podrían parecer pocos- si no se sustenta en un artículo del reglamento de Concacaf que especifique el porqué de esa cantidad.
En otras palabras, el estómago nos podrá decir misa, pero la letra escrita en materia jurídica impide justamente que se actúe con tan importante órgano para lanzar un veredicto.
Las otras sanciones son un reto kafkiano: al América le apedrean el autobús en su visita a San José, alguien apaga la luz en el estadio antes de lo indicado poniendo en riesgo a todo mundo, y evidentemente hay falta de garantías. Pero al América lo multan por no ofrecer declaraciones al término del juego.
Nuestra poco acreditada Concacaf tiene una oportunidad de oro para ganar un poco de la credibilidad que siempre le ha faltado. Si sustenta su fallo, escucha la protesta del América y toma una decisión que esté menos cargada contra el equipo mexicano, podría empezar a hablar de una madurez que hoy brilla por su ausencia.
¿De verdad el América piensa que Goltz no cometió ninguna imprudencia? ¿Se hubiera pensado lo mismo si el jugador afectado fuese de su plantel y no del adversario?
Pero del otro lado hay mas preguntas: ¿va a permitir Concacaf que muchos de los partidos de su torneo se jueguen en tierra de nadie y con la falta de garantías de seguridad y de calidad arbitral sin que posea la ínfima personalidad necesaria para el manejo de un partido bravo?
A poco de una jornada que luce interesante y con un par de duelos de una rivalidad deportiva añeja, América aplaza la redacción del escrito que enviará a Concacaf con la misma petición de estas líneas: que una vez en la vida sean congruentes.
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