Un ocaso inesperado
No es una novedad, pero no deja de sorprender cuando algunos jugadores con talento no se consolidan como figuras por el crudo contexto familiar, el alcohol y las desveladas.
Claro, es muy recurrente que a algunos verdaderos cracks la bebida alegre les haga la vida de cuadritos y nomás no puedan convertirse en figuras, pero no sólo eso, también
cuando son objetos de deseo para sus propios amigos del barrio y para los familiares.
Hoy vamos a recordar a Arnhold Rivas, aquel jovencito flaco, de mirada tímida, que se trasladaba desde la Colonia El Batán hasta el Estadio 3 de Marzo para entrenar y que con su habilidad deslumbró a propios y extraños.
El técnico que se enamoró de su futbol fue Carlos Reinoso, en los Tecos de la UAG, a tal grado de que lo proyectó para la Primera División, pero el chileno nunca supo a quién le dio la oportunidad.
Algunos analistas han asegurado que es uno, o incluso, la mejor joya que han tenido las Fuerzas Básicas del futbol tapatío, sí, en general Chivas, Atlas, UdeG y Tecos.
ENTRE ADVERSIDADES
Es muy común que los niños andan para todos lados con su balón, lo que era extraordinario en Rivas eran las grandes condiciones que se le notaban en las cascaritas.
Aquel niño con talento no la tenía nada fácil, ya que su papá abandonó a su familia desde que era muy pequeño. Sus abuelos fueron su pilar y también su mamá, quien se sacrificó al doble para que al chico no le faltara nada. Intentos que muchas veces se quedaban en eso, pues las carencias eran profundas.
La necesidad era tal, que Rivas llegó a decir al círculo de su mayor confianza en el club que apenas comía una vez al día.
Pero nadie en absoluto negaba el gran talento que tenía, nadie. Al contrario, todos sabían que tarde o temprano iba a debutar en la Primera División, pero había una gran preocupación: su adverso entorno familiar, que en lugar de apoyarlo, parecía que lo jalaba hacia un abismo donde el alcohol se frotaba las manos.
El técnico Carlos Reinoso lo invitaba a comer al Barrio de Quilmes para que subiera de peso y le decía: "Yo te voy a enseñar a comer". Al mismo tiempo se lo llevaba a buenos restaurantes, pero el argentino César Luis Menotti fue quien finalmente lo debutó en octubre del 2007.
EL NIÑO DE SUS OJOS
Tanto era el aprecio de Menotti por Arnhold, que lo primero que hacía el timonel cuando llegaba a las instalaciones del 3 de Marzo era ir al vestidor para preguntar si ya había llegado Rivas.
"El Flaco" estaba preocupado por el futbolista, había investigado su historia y sabía que si no lo llevaban con cuidado, las mieles del futbol se lo iban a comer, tal y como sucedió.
Una vez que llegó a Primera División, Arnhold llegó a comentar que en ocasiones entrenaba al 60 o 70 por ciento, pues cuando lo hacía a su máximo potencial no les parecía a sus compañeros, ya que les pintaba la cara y los dejaba en el camino con mucha facilidad.
En los interescuadras, aunque Rivas fuera suplente, Menotti se ponía en el sector donde se iba a desenvolver el volante, pues las indicaciones para el eran específicas. Quería su crecimiento, lo buscaba luego de las prácticas. El club le puso un sicólogo, pero eso no fue suficiente.
Incluso, en algunas ocasiones, le llegaron a decir que merecía estar en el futbol europeo.
NO ME AYUDES...
Una vez que llegó a la Primera División y que tenía un sueldo considerable para su edad y su talento, de buenas a primeras apareció su papá diciéndole que lo amaba y que siempre había estado allí, después de tanto tiempo.
También, en su familia lo comenzaron a ver como alguien que los podía ayudar económicamente. Imagínense tíos, primos, amigos del barrio, etcétera. Todos querían colgarse de la fama y de la mejora monetaria que comenzaba a tener el volante.
Al finalizar los entrenamientos, era muy recurrente que sus "amigos de siempre" lo esperaran para que les comprara cosas o para que les diera dinero.
Su mamá, al ver que ya había más alcance monetario, tramitó tarjetas departamentales y comenzó a realizar compras muy alegres, a tal grado de que las deudas rondaban los 100 mil pesos, pero había una solución: buscaban a Arnhold para que liquidara.
SUEÑO TRICOLOR
A un año de su debut, y con sólo cuatro partidos jugados como titular, se cruzó en su camino una convocatoria a la Selección Mexicana bajo la dirección del sueco Sven Göran Eriksson.
El partido amistoso fue contra Chile y el muchacho no quedó mal, pero las malas influencias tocaron la puerta de su vida y su destino estaba al filo de la navaja.
Seguía deslumbrando en las prácticas, a tal grado que el América lo buscó para comprar su carta, pero Carlos Briones, el director deportivo en ese entonces, fue claro y puso condiciones.
Las Águilas no le podía subir el sueldo al doble. El máximo aumento era del 20 por ciento en relación a lo que ganaba en la Autónoma. En total, eran como 120 mil pesos mensuales.
Con los capitalinos jugó apenas 28 minutos, pero sufrió algo que marcó su carrera y que le impidió ser aquel volante alegre y dinámico.
MARCADO POR LA TRAGEDIA
El 28 de septiembre del 2009, a dos años de su debut en la máxima categoría, sufrió un accidente automovilístico cuando regresaba del Distrito Federal, en la autopista Guadalajara-Morelia, a la altura de Zamora, Michoacán.
El percance fue crudo, pues salió de la camioneta producto del impacto. Fue trasladado a la Perla Tapatía por un fuerte golpe en la cabeza y ahí comenzó otra pesadilla.
Los que realmente conocieron a Rivas antes del accidente aseguraron que no quedó igual, que los movimientos que hacía dentro de la cancha no se parecían en nada a los de antes. Su cadera fue la más afectada en el percance.
VA A LA BAJA
Luego del accidente, jugó sólo 136 minutos en Primera División. Era evidente que su nivel ya no era el mismo y aunado al crudo problema de alcoholismo que padecía terminó su prometedora carrera.
A algunos entrenamientos llegaba con aliento alcohólico y, por más que platicaron con él, fue imposible rescatarlo.
Luego del descenso de los Tecos siguió jugando en la Liga de Ascenso, pero ni siquiera era titular. La fiesta estaba a la orden del día.
Sus reflectores se fueron apagando desde los Murciélagos, los Cimarrones de Sonora, los Vaqueros de Ameca, el Tampico Madero y el Atlético Chiapas, todos de Segunda División.
El pobre chico tenía todo en contra, y pese a contar con ayuda sicológica, la de su representante y la de su club, pudieron más sus problemas con la fiesta, el alcohol y su entorno familiar.
Hoy, con 26 años de edad, está enrolado con el cuadro filial de los Jaguares, el Atlético Chiapas, donde quedó inconclusa una historia de éxito.
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