La Dominguera

San Cadilla
en CANCHA


El verdadero Salvador
 
 
Regio de nacimiento, Salvador Martínez Garza creció en los aires jaliscienses y a la par de las glorias del mítico campeonísimo en el viejo Estadio Martínez Sandoval.

Fiel a ese trabuco nacionalista y con la base de la Selección Mexicana, ya como joven el hijo del distribuidor de lubricantes de la trasnacional Texaco, acudía por su cuenta a ver

los juegos de sus Chivas.

Pero en su memoria quedó marcada una primera noche de decepción que le dejaba el amor por su equipo. Tenía 18 años cuando el Guadalajara enfrentó al Oro en la última jornada de la Temporada 62-63, ya en el Estadio Jalisco.

Los rojiblancos con el empate se coronarían, mientras que los blancos de rayas amarillas necesitaban la victoria.

Amaury Epaminondas le robó la pelota al "Jamaicón" Villegas, mandó el centro que el brasileño "Neco" remataría letal; la estirada de Jaime Gómez fue inútil y cayó el 1-0 del título del Oro.

Junto a los otros 50 mil, el joven no creía lo que ocurría en la cancha. En los minutos finales, el "Tubo" buscó el empate en un tiro de esquina, prendió la pelota que iba para gol, pero Antonio Mota la desvió de forma milagrosa para conservar la virginidad de su meta.

"Salí llorando del estadio, era de noche, lo recuerdo porque fue una de las noches más amargas de mi juventud", recordó Salvador.

Ahí se juró a sí mismo que, si estuviera en sus manos, haría que su equipo levantara una Copa.

 
 
 
 
DESDE LA FORMACIÓN
 
 
Atraído por la carrera de leyes, se recibió como abogado en la Universidad Autónoma de Guadalajara, en 1968, y formó una sociedad de litigantes junto con su eterno compañero, Luis Manuel Mejan, años más tarde director general de Banamex.

Luego de tres años de sociedad, Salvador continuó su carrera en los tribunales a un costado del Teatro Degollado, para luego tomar la distribución de Texaco, de la cual su padre era representante en México.

"Y empiezo por ahí, en el año 73 o 74. Compramos un pequeño negocio de grasa de lubricantes, y empezamos a trabajar en la elaboración de ese producto y se lo vendíamos a Texaco", relató en una charla para el círculo empresarial.

Con el tiempo esa pequeña empresa formó las bases de lo que se convertiría en un pequeño emporio.

En 1992, concursó en una convocatoria de Pemex, que buscaba sociedad con un particular que le fabricara, envasara y distribuyera los lubricantes a nivel nacional.

La habilidad de Martínez Garza, ya con 47 años y reconocido empresario en la ciudad, fue vital para ganar con su propuesta la licitación. Ahí nació Mexicana de Lubricantes.

 
 
 
 
CHAVA, AL RESCATE
 
 
Las Chivas, administradas por la tradicional AC del club, vivía una de sus peores crisis, sin recursos, sin figuras y en los últimos lugares, amenazado incluso con pasar a manos de la televisora que ya entonces manejaba los destinos de su odiado rival: el América.

A sugerencia de un grupo de amigos, formó el proyecto de la Promotora Deportiva para arrendar la franquicia por 10 años, con la visión de difundir también la marca de su empresa de lubricantes.

"Nuestra idea es devolver a Chivas a los primeros planos y tener los mejores jugadores en sus filas, que la afición se sienta orgullosa", prometió, y con una inversión de más de 17 millones de pesos compró a cinco de los mejores futbolistas de la Liga para dar pie a las Súper Chivas.

El equipo arrasó en su segundo año en la Fase Regular, pero no logró el título que perseguían.

 
 
 
 
QUE CANTE, QUE CANTE
 
 
Distinguido por su impecable presentación -con trajes sastre a la medida, combinaciones ideales de corbata y pañuelo- su porte y parecido con un famoso cantante radicado en la Ciudad fueron motivo de ocurrencias y chistes de los jugadores.

"Se nos hacía muy parecido a Marco Antonio Muñiz, eso lo platicábamos entre bromas, pero siempre con el cariño, porque Don Salvador era una gran persona, un tipo muy sensible", relató Missael Espinoza, una de las figuras de aquel trabuco.

Curiosamente, el día de la presentación de las Súper Chivas en un amistoso ante el Sao Paulo de Brasil, el llamado "Lujo de México" fue contratado por Martínez Garza.

"Qué bien canta, Don Salvador; es muy entonado el presidente", fueron los comentarios en el vestidor de un par de pícaros de ese Rebaño que llegaron a ser seleccionados.

Martínez Garza nunca perdía la compostura aun enojado.

"Nunca fue corriente, ni de malas palabras, pero cuando perdíamos algún partido de fea forma o entrábamos en una mala racha, llegó a hablar fuerte y se ponía rojo, pero siempre de forma educada", recordó Felipe Robles.

Al mismo tiempo gustaba de generar ambientes de camaradería y organizar comidas de manera repentina.

También convirtió en costumbre disfrutar entre amigos y colaboradores en su palco, con whiskys o cognac más lonches del pesebre, cada domingo de local.

"Cuando perdía, llegaba a bajar hasta las 4 o 5 de la tarde, de la tristeza; cuando ganaba, otras veces bajaba al vestidor para felicitar a los jugadores".

El día que Chivas fue campeón ante Toros Neza, "Chava Platas" bajó a la cancha unos 8 minutos antes del final, con la goleada casi consumada.

"Ese día mi padre tenía una sonrisa que pocas veces antes le vi, tan iluminada, tan realizado. Fue sin duda el día más feliz de su estancia con Chivas", recordó su hijo Santiago.

Tras ese título, todo era bonanza para su Promotora.

Un día en una comida con amigos, periodistas y empleados, mandó llamar a Antonio Blanchet, su entonces administrador.

"Investiga cuánto vale el equipo de beisbol y cómpralo", le dijo.

Días después le dijeron que no estaba en venta; eran los Charros de Jalisco.

 
 
 
 
CERO POSES
 
 
Jorge Vergara no fue el primer dueño del Rebaño con avión propio; Martínez Garza tenía un jet ejecutivo a su disposición para viajes de su empresa.

En su segundo año, el del superliderato, Missael Espinoza ligó tres partidos anotando doblete.

"Le habíamos ganado a Correcaminos 3-1, el viejo andaba muy feliz, era una chulada, Missael había clavado su tercer doblete esa tarde y apareció Don Salvador, con su cara roja, roja y arrastrando un poquito las palabras, andaba ambientadillo, pero felicitó al equipo y le dijo, 'Missa, cuando quieras ahí tienes mi avión, para que te lleves a tu familia de vacaciones o a donde quieras'.

"Creo que Missa nunca aprovechó el ofrecimiento porque le daba pena", relató un integrante de aquel equipo, que pidió el anonimato.

 
 
 
 
LA TARDE AMARGA
 
 
Con el título de 1997, Martínez Garza formó otro trabuco ahora con Ricardo Ferretti, quien se quedó en el timón tras la recomendación de Leo Beenhaker, quien sólo se quedó un año a dirigir a su Rebaño.

Luis García, Ricardo Peláez, Claudio Suárez y Jesús Arellano eran las principales figuras de ese equipo que llegó a la Final del Invierno 98.

Sin embargo, el Necaxa amargó la fiesta al coronarse en el Jalisco por 2-0.

"El subcampeonato del 98 fue una gran frustración. Yo daba por seguro que íbamos a ganar", recordaría el propio empresario. "Yo tenía preparado un salón con comida para 600 personas en un hotel frente a Plaza del Sol y, pues el gozo se fue al pozo".

Esa tarde, Martínez Garza se quedó en su palco hasta las 7:00 de la noche, cuando el partido había terminado a las 2:00 de la tarde.

El directivo siempre dejó en claro que manejar a sus amadas Chivas no podía hacerlo con la misma frialdad en la que se manejaba en sus negocios.

"En un negocio tradicional, tú sabes que si sumas dos y dos te van a dar cuatro; en el futbol, tú sumas dos y dos, y te puede dar 22, te puede dar dos o te puede dar nada. Muchas veces te guías por el corazón y pones en juego el patrimonio".

 
 
 
 
TODO UN CABALLERO
 
 
Tras pasar sus dos últimos años de austeridad, con venta de jugadores importantes y reducción de presupuestos, se topó con la irrupción de Vergara como dueño y, aunque en principio apoyaba a la Asociación Civil en su reclamo, optó por entregar la franquicia.

"Siempre he querido lo mejor para Chivas y si esto así lo es, adelante", dijo.

Mientras, Francisco Cárdenas, ex presidente del Club Guadalajara AC, lo catalogó como un hombre bien intencionado, con mucha educación y mucha moral.

"Nunca intentó quedarse con el equipo ni mucho menos, él estaba claro y sabía que su contrato se terminaría en el 2003, y de no haber aparecido Vergara con la bola de truhanes que lo secundaron, seguramente Salvador hubiera entregado el equipo al club", dijo.

En el 2004, un grave accidente carretero en el Estado de México le lesionó la columna y le postró en una silla de ruedas en sus últimos once años de vida.

Aún con esa dificultad, Martínez Garza procuró hasta sus últimos días estar en su oficina, en su silla de ruedas, pero tomando decisiones y cerrando operaciones de su amada empresa.

 
 
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