"El hombre tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que lo sostiene". Blaise Pascal.
Obligados por el clamor de su clientela, los Tigres emprendieron anoche la complicadísima misión de conquistar el trofeo más codiciado en Sudamérica: la Copa Libertadores.
Semanas atrás, ante la evidente posibilidad de mejorar la realidad, toda la afición rayada, como nunca
se había visto en la Ciudad, gritó: "¡traigan al 'Turco' Mohamed!".
Y como la mayor fuente de conocimiento siempre se encuentra en los clientes insatisfechos, a las orgullosas directivas regias no les quedó otra más que obedecer. Bueno, hasta el mismo presidente del Monterrey lo aceptó: "el entorno nos llevó a esto".
De la mano de ambos acontecimientos, las asistencias en el Tecnológico, al igual que en el Universitario, empiezan a menguar. Y sin conocer los ratings de televisión, apuesto a que las audiencias audiovisuales también han disminuido.
Un cliente satisfecho es mucho más valioso que 10 mil dólares de publicidad. Y como para el aficionado no hay mercancía más barata que la ilusión, la experiencia de quien asiste a un estadio de futbol no puede ser diferente a la del concepto Disneylandia, "donde los sueños se hacen realidad".
La majestuosa estructura que está por inaugurar el Monterrey cumple en gran medida con el objetivo, pero una vez que abran las puertas, ¿podrán cumplir a base de contenido con las expectativas de los clientes? Porque ése es el reto.
Por lo pronto, la conveniencia ya les avisó y Mohamed, que alguna vez se fue canallamente calumniado, está aquí.
No sé por qué, y tal vez nunca lo descubra, pero un ídolo es un futbolista al que el aficionado no deja morir. ¿De dónde sale ese cariño al ahora entrenador rayado?
Hasta donde puedo entender, el Tony llegó a Monterrey cuando estaba encumbrado como uno de lo mejores jugadores en México. En ese entonces le sobraba cartel para cobrar donde quisiera, pero prefirió a los desahuciados Rayados que se debatían entre la existencia en la Primera División y el escándalo de Jorge Lankenau.
Y ese gesto, su desfachatez de barrio para jugar al futbol y la salvación cautivaron de tal forma a los Rayados que el romance aún está vivo. ¿O acaso el verdadero amor no nace de los tiempos difíciles?
Cuando veo a Mohamed confirmo que el balón convierte al futbolista en el hombre que puede llegar a ser, pero a la vez le permite seguir siendo el niño que alguna vez fue.
PD: Suerte, Tony.
Lo escrito, escrito está.
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