El divino gallo

Francisco Javier González
en CANCHA


Alguna vez, en épocas de reportero, Alfredo Tena fue consultado por quien escribe sobre una falta violenta sobre José Luis González, la "Calaquita 2" en un partido entre Ángeles de Puebla y América.

La respuesta del "Capitán Furia" fue más determinante que la entrada en cuestión: reaccioné así, dijo, porque puedo resistir cualquier cosa menos que alguien me escupa. Por eso levanté a José

Luis de esa manera y lo volvería a hacer sin arrepentimientos porque hay cosas que no se pueden tolerar.

A la vuelta de los años, Alfredo se encuentra dirigiendo a un Morelia rodeado de cuestionamientos por la acción en que uno de sus jugadores habría actuado de la misma forma de la que él fue víctima.

En aquella ocasión no hubo alguna toma de televisión en que se constatara el hecho ni tampoco un alboroto como el actual en torno a la Comisión Disciplinaria. La tecnología no ayudaba tanto y si no fuera por la declaración de Tena tras la vuelta de campana del jugoso adversario, nadie se hubiera enterado.

Los asuntos del futbol son cíclicos. Revisar las notas publicadas en el pasado en una hemeroteca nos colocan en el túnel del tiempo: sobre los árbitros y sus actuaciones, las jugadas que engañan al juez, la función de quien castiga.

Si nos trasladamos en el fantástico túnel al pasado o al futuro, seguramente no habría diferencia. Se habló, habla y hablará de los mismos asuntos que por naturaleza tiene el futbol.

Algún mundialista mexicano comentaba ayer que el futbol tiene muchos intereses y por eso se justifica de alguna manera ganar a costa de lo que sea. Es mucho lo que se pone en juego, y más todavía en temporada de descenso.

La réplica es que los valores siempre tienen que ser mayores a los intereses, so pena de caer en la anarquía y de tirar al cesto de la basura el juego limpio que la propia Liga promueve antes del inicio de cada partido en la ceremonia de protocolo.

Hoy el futbol tiene más presiones económicas en todo el mundo, pero justamente por ello es que tiene que vigilar mejor todos sus componentes: la legalidad de los partidos, la capacidad de sus jueces, la lealtad de sus futbolistas y la integridad de sus directivos.

Con castigo o sin el, Marco Palacios sabrá exactamente qué hizo o dejó de hacer. Su director técnico, quien sufrió en carne propia lo mismo de lo que su futbolista es acusado, seguramente hablará con el sobre los códigos y límites del juego.

De la mano de la evolución innegable del balompié, ¿se habrá mejorado la educación y los valores de quienes lo integran?

La sanción es lo de menos. La ética es la más importante aún manteniendo la duda sobre la acción del "Pikolín".

 
fjgonzalez@reforma.com