En una delicadísima coyuntura se encuentra ubicado Javier Aguirre.
Aparentemente, su reciente cese como director técnico de la Selección Japonesa tiene que ver con las serias acusaciones con respecto a su presunta participación en la "compra" del resultado de un partido.
Zaragoza vs. Levante, en el 2011, con él como técnico del primero, con la necesidad de ganar ese partido para
salvarse y con los supuestos pagos a los levantinos para que entregaran el juego, que finalmente ganaron los zaragozanos para así permanecer en Primera División... a costillas del Deportivo La Coruña.
Acusado de ser uno de los emisarios "compradores de la victoria", Javier Aguirre no ha sido todo lo elocuente y contundente que podría y debería ser para negar rotundamente tales imputaciones y erradicar las sospechas.
Conforme el proceso de investigación y la aportación de pruebas han ido avanzando (entre otras cosas con la exhibición de depósitos y retiros de algunas cuentas bancarias, incluida la del propio técnico), la posición de Aguirre se ha tornado cada vez más comprometida; y su defensa hasta el momento ha sido tibia, tímida y por lo tanto endeble.
Como principal aval está la imagen que desde siempre ha proyectado como jugador, como entrenador y como persona: hombre de familia, trabajador, intachable, honesto, valiente y muy bien preparado.
Sin embargo, esa imagen construida día tras día durante más de 30 años de carrera profesional, podría derrumbarse si Javier Aguirre no es capaz de disipar debidamente cualquier duda en cuanto a su participación en ese aparente caso de amaño de un partido.
Por eso le urge demostrar su inocencia, y no sólo jurídicamente. Defenderse bien, como inocente si lo es, para ser reconocido y acreditado como tal.
Aclarar las cosas para salir limpio y restaurar la cuestionada imagen.
Ojalá que así sea.
gomezjunco@mural.com
@rgomezjunco