El talabartero de Jacona
Raro, por no decir que casi imposible en el mundo del futbol profesional es encontrar a un jugador al que no le importen las riquezas, los autos, la ropa de marca, la fama o al menos el reconocimiento público.
Más raro aun es saber de alguno que rechazara dedicarse a jugar en la Primera División hasta no sentirse capaz de sí mismo, aunque un
club ya deseaba llevárselo al verle cualidades y el técnico de ese club era nada menos que Ricardo La Volpe.
Ese es el caso de Salvador Vaca Cortés, un ex jugador del Atlético Celaya que nunca tuvo un coche lujoso o deportivo... porque no sabía manejar.
PURA BICICLETA
Se movía en bicicleta, tipo "abonero", para ir de su casa al estadio a entrenar. Fuera del terreno de juego, Salvador Vaca rayaba en el extremo de la humildad y sencillez con todos, pero dentro, se transformaba en un fiero contención.
"Era un pan de Dios fuera de la cancha y un terrible hijo de la chingada adentro", le describió en recuerdo el ex delantero veracruzano Francisco Bravo, quien lo tuvo como compañero en Colibríes de Morelos.
"Chavita", como le decían algunos, tenía rituales y costumbres muy rutinarias, algunas de ellas apegadas a su fe cristiana, como ir a misa todos los jueves y domingos, siempre a las 7:00 de la mañana.
Los otros días de la semana, los enfocaba a llegar a las 6:00 al gimnasio y trabajar por su cuenta antes del entrenamiento con su equipo.
"Se levantaba a las 5:00 para hacer lagartijas, se dormía a las 8:00 de la noche. No bebía una gota de vino. Siempre andaba de chanclas o huaraches", relata Bravo.
El mismo Vaca, en una entrevista en 1998, explicó el porqué de su sencillo calzado.
"Yo nací en Jacona, Michoacán, y tuve una infancia jodida. Mi padre era panadero y algún tiempo anduvo de bracero. Fui un niño que corría descalzo, a veces alcanzaba para comprarnos huaraches, entonces, ¿por qué ahora tendría que ser de una forma que no va conmigo?", argumentó.
EL TARDÍO DEBUT
Esa disciplina de ser el más dedicado y el menos ostentoso le permitió debutar en la Primera División a una edad atípica: 29 años cumplidos y casi los 30, cuando ya algunos jugadores han incluso optado por el retiro.
No se le conocían novias o amigas. Decía que había nacido para cumplir su sueño de jugar al futbol, su verdadero matrimonio durante años.
Y lo hacía para ayudar a sus padres, a sus hermanos y a sus sobrinos, antes que pensar en sus propios lujos.
Desde los 17 años, buscó su sueño de dedicarse al balompié, aunque de niño, con lo que soñaba era irse a California como bracero, como la mayoría de sus amigos del pueblo.
Su filosofía era vivir con lo necesario, no más. Tanto así que ya de profesional nunca peleaba al momento de negociar un incremento en sus contratos.
"Todos los días he picado piedra. Sufriendo llegué y sufriendo me quiero ir", decía.
Un día llegó al Estadio 3 de Marzo para probarse con las divisiones juveniles de Tecos, pero al llegar al escenario quedó impactado con el pequeño inmueble y cuenta que, impresionado, se quedó por horas sentado en las escalerillas admirando la estructura y la cancha del escenario de Primera.
Su primer equipo fue el Cocula, de la Tercera División, con el que cobraba 40 pesos mensuales, empleo que combinaba con el de talabartero para poder subsistir. Por las mañanas, entrenaba; por las tardes, cortaba piel para las sillas de montar.
SE NIEGA AL ATLANTE
En 1994, después de jugar con el Tampico en la Primera A, La Volpe observó su capacidad para correr por todo el campo y lo quiso llevar al Atlante, que entonces tenía a Hugo Sánchez y Jorge Campos.
En el Draft se formalizó la operación, pero Vaca se negó a ir a los Potros.
"Decidí mejor dejar en esos momentos el futbol o volver a un conjunto de Segunda. No me sentía preparado para estar con Atlante, mi paso iba a ser intrascendente. Además, creo que pasaba por una depresión", confesaría más tarde.
En 1997, el Atlético Celaya, que había sido subcampeón dos años antes, lo llevó a sus filas para debutarlo en Primera. Ahí ya estaban Emilio Butragueño y Miguel González, 'Michel', dos viejos astros del Real Madrid y mundialistas con la selección de España.
"Chavita" tenía un cuaderno con recortes de jugadores internacionales y del Mundial. No dudó en mostrárselos a los que para entonces serían sus compañeros de vestidor.
"No sigas con esos recuerdos, 'Chava', que nos vas a hacer llorar", le dijo, cuentan, 'Michel'.
NINGUNO COMO ÉL
Con los Toros se convirtió en uno de los jugadores más rentables, constantes y con mayor cantidad de minutos jugados, además de convertirse en el capitán del equipo y compañero de cuarto del "Buitre".
El ex guardameta Félix Fernández, hoy autor de libros y analista, conoció a Vaca en el cuadro cajetero.
"Fue ahí donde aprendí a interpretar las frases y los conceptos de 'Vaquita', más allá de escucharlos; fue ahí donde por primera vez un compañero se dirigió hacia mí de 'usted'", relató Fernández en su columna Reflexiones y Balones, de CANCHA, en el 2004.
"Fue ahí donde vi que alguien rechazaba tajantemente cualquier medicamento o tratamiento proporcionado por el cuerpo médico para utilizar únicamente la pomada que su madre le preparaba, y donde fui testigo de la negativa, por parte de un jugador, a ser alineado como titular, por estar mentalizado exclusivamente para ingresar como suplente, ya que durante la semana había sido empleado como tal y no aceptaba cambios durante la concentración".
A las carnes asadas del plantel llegaba para comer y escuchaba las pláticas, pero en cuanto comenzaba el cotorreo y dejaba de ser el tema de las mismas los asuntos del grupo, se retiraba para ir a descansar y dormir temprano, mientras el resto se divertía.
"Antes de los partidos se aislaba y a punto de salir a la cancha se transformaba. Un tipazo. No decía una mala palabra hasta que estaba encabronado", agrega Bravo.
GOL A SUS ÍDOLOS
Fanático del América en su infancia, ya como jugador le anotó un gol a las Águilas con Oswaldo Sánchez como portero, uno de los cuatro que marcó en Primera.
Cuando el Celaya dejó de ser el Atlético para mudarse a Cuernavaca y convertirse en Colibríes, "Vaquita" lo hizo también con el grupo y ahí sacó su espíritu de líder, de luchador por lo que consideraba injusto hacia sus socios del campo.
Sobre todo cuando los dueños les dejaron de pagar más de cinco meses de salario.
"Era defensor de compañeros. Junto con Mario Grana, (Jorge) Jerez y yo fuimos los que interpusimos el reclamo de los sueldos y ganamos el pleito en Femexfut. A partir de ahí logramos que se pusiera el depósito de 5 millones de dólares por cada equipo para asegurar el pago de los jugadores", recuerda Bravo.
También lo era para dar consejos a quienes se salían de la línea.
"Era el primero en regañar a los que desayunaban torta de tamal antes de viajar con Colibríes", relató Bravo.
Harto del incumplimiento de los dueños de Colibríes, decidió abandonar el equipo.
Sus compañeros clamaron por su regreso, luciendo camisetas con la leyenda "Vuelve, 'Chava', ¿en dónde estás?", antes de jugar un contra los Rayados en el Tec.
"Por ellos regresé a entrenar, por el cariño y el ánimo que hay entre todos, también por ese mensaje que todos pusieron en sus camisetas en Monterrey cuando estaba ausente", admitiría Vaca después. "Una vez de vuelta, me entero que la disposición de algunos directivos era la de buscar la manera de castigarme".
SE APAGA SU LUZ
Vaca fue transferido a los Jaguares de Chiapas en el 2003, pero su ánimo por jugar al futbol en Primera se extinguía.
Con los del Sureste sólo disputó tres partidos, para luego abandonar el equipo.
"Regresó a Celaya para ver si había equipo en Segunda y porque le gustaba la ciudad, pero sólo estuvo unos meses y se fue para Jacona, su pueblo", reveló un reportero local.
En el 2004 se enroló con el Trotamundos de Tijuana, en la Primera A, y un año después fichó para el Altamira, ya casi con 40 años. Fue ahí donde le dijo adiós al futbol.
Dicen que volvió a Jacona para ayudar a sus padres con la panadería que les compró con parte de sus suelos de Celaya, mientras en las tardes dirige a un equipo de niños.
Otros mencionan que se fue a Estados Unidos a probar el sueño americano junto con uno de sus hermanos.
Lo que es seguro es que Vaca cumplió -como él quería- su sueño de jugar al futbol: humildemente.
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