Amables aficionados: cuando tiene uno cierto kilometraje recorrido ya no acostumbra hacer planes a largo plazo, por eso, y nunca sabiendo cuando será el último, he intentado que los últimos Súper Tazones que he trabajado sean especiales. Sigo pensando lo mismo ahora que me apresto a salir a Phoenix para la transmisión del número 49. Este tiene el potencial de ser muy especial. Llegaron los
mejores equipos de cada conferencia al partido definitorio y cada uno cuenta con sus muy particulares atractivos.
Y se vienen, claro, a la memoria, recuerdos de otros juegos de campeonato. La casa de mi tío Francisco en San Antonio donde pude ver a Green Bay derrotar a Oakland en el II; el VIII, Miami sobre Minnesota y que fue el primero que transmití, solo, en un canal en Monterrey; el IX, asistiendo al estadio de la Universidad de Tulane donde nos protegimos de la lluvia como espectadores cubriéndonos con cobijas que sacamos del hotel; el XI, transmitiendo desde un palco en la parte superior del Tazón de las Rosas, una altura tal que los jugadores se veían como hormigas.
El XII en Nueva Orleáns a donde asistí como espectador a ver a Dallas vencer a Denver. Eran tiempos en que sobraban boletos y yo tenía algunos conmigo al llegar al estadio. Creo que hice feliz a un nińo que, parado con un pequeńo letrero solicitando algún boleto, pudo ver realizada su petición. El XIII en Miami, el clásico 35-31 de Pittsburgh sobre Dallas, día que amaneció lloviendo y terminó con los 3 cronistas buscando un taxi, ya que la grúa se había llevado nuestro incorrectamente estacionado automóvil.
El XV en Nueva Orleáns de nuevo, donde los jugadores de Oakland cerraban los antros en la madrugada mientras los de Filadelfia estaban recluidos en sus habitaciones desde las 10 de la noche. Claro, los Raiders apalearon. El XIX en el estadio de la Universidad de Stanford, única aparición de Dan Marino en un Súper Tazón donde fue engullido por Montana y los 49's. Extrańo día lleno de niebla y, sufriendo los estragos de la presión, nuestro productor se desvaneció al finalizar la transmisión y así lo llevamos de regreso al hotel. El XXIV, otra paliza de San Francisco a Denver en donde, invitado por un amigo, es el único al que he llegado en avión particular. Y los recuerdos siguen, pero el espacio no. Ahí será para la otra. Por ahora, hacemos una pausa...
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