Una lección de vida
Una lección así recibió César Andrade. Esta es la historia de una promesa del futbol a quien la fama le llegó de golpe, de un joven cuyo talento lo llevó a tocar los cuernos de la luna a los 21 años de edad, y quien de pronto le dijo adiós al futbol.
Andrade (San José de Iturbide, Guanajuato) podría considerarse el antecesor de Andrés Guardado,
pues fue el último zurdo que dio la cantera rojinegra antes del surgimiento del ahora jugador del PSV, con todas las condiciones para convertirse en ídolo.
"Fueron un año y tres meses maravillosos", sentencia el también apodado "Okocha" -como el seleccionado nigeriano de los 90-, un lapso tan corto que impacta con sólo oírlo, pues el camino para llegar a Primera División le toma a un futbolista mucho más que eso.
EL HIJO DE LA VOLPE
El 16 de agosto de 1998, el Atlas de Ricardo La Volpe venció 3-1 al Puebla en el Estadio Cuauhtémoc con un "hat trick" de Federico Lagorio; sin embargo, más allá de la excelente actuación del argentino, el futbol mexicano presenciaba el debut de César, un crack en potencia.
Nada excepcional pasó ese mediodía en sus primeros 45 minutos como profesional en Primera División. Con el "17" en su espalda, apenas empezaba a escribir su carrera, sin sospechar que la tinta se agotaría unos meses más tarde.
Un zurdo con excepcionales condiciones -velocidad, regate en corto, disparo de larga distancia-, Andrade tenía todo para llegar a la cima, y así fue.
En ese mismo Invierno 98, en el partido inmediato a su debut, se estrenó como goleador en el Máximo Circuito. ¿El marco? La que fue su casa durante 15 meses: el Estadio Jalisco.
Los dirigidos por La Volpe vencieron 4-3 a los Pumas, y el zurdo -quien ingresó de cambio al minuto 33'- convirtió el segundo gol de los Zorros con sólo 5 minutos en la cancha. Algo tenía ese jugador que llamaba la atención, y La Volpe ya lo sabía.
"Sí me calaba cuando me retaba, cuando me decía, 'es que no puedes'. Cuando no me salía algún movimiento, me decía, 'cómprate un carrito de paletas y vete a vender a tu pueblo, porque aquí no (sirves)'.
"Entonces me imaginaba cómo andaría yo con mi carrito de paletas en el pueblo", relata Andrade en una entrevista sobre su relación con el argentino.
Y en la lista de logros personales, Andrade agregó más éxitos.
En el Verano 99, los ojos del balompié azteca se postraron sobre todo lo que fuera rojinegro. El sello de La Volpe hacía del Atlas un equipo espectacular y, además, efectivo. Pensar en un título no era descabellado; total, el material humano con el que contaba era inmenso.
En ese plantel destacaba el guanajuatense, ya convertido en titular indiscutible en el esquema de La Volpe, y a ese Atlas le alcanzó para disputar la primera Final de su historia.
El resultado es por todos conocido, aunque algunos prefieren no recordarlo: los Rojinegros se quedaron a la deriva del título al caer en serie de penaltis contra el Toluca, en La Bombonera.
Pero el "Chocolatín" -como La Volpe le apodaba a Andrade-, tuvo en ese Verano una Liguilla memorable, jugó todas las series y marcó 2 goles, uno de ellos en el 3-3 de la Ida de la Final frente a los Choriceros. Fue también su último gol en el Máximo Circuito.
Ese torneo le valió a Andrade el premio de Novato del Año y su convocatoria a la Selección Mexicana Sub 23 que participó en los Juegos Panamericanos de Winnipeg, en los que el Tricolor ganó la medalla de oro.
El ojo de La Volpe no falló al detectar un talento nato como el de Andrade. Por eso, al técnico se le vio destrozado cuando acudió al hospital en noviembre de 1999 para enterarse del estado de salud de quien terminó considerando un hijo.
EL MIÉRCOLES MALDITO
Así como la fama le llegó, de golpe, también le fue arrebatada su carrera.
El fin de semana previo a su aparatoso accidente, el Atlas jugó su partido de la Jornada 15 del Invierno 99, contra el Morelia.
Andrade inició en la banca y entró de cambio al 83', sólo para ser amonestado hacia el final del juego. Las cosas parecían no ir tan bien con el zurdo. El ex futbolista no pensó que esos 7 minutos serían los últimos de una carrera que tanto le costó consolidar.
Lo que sucedió en ese partido fue un presagio de lo que estaba a punto de vivir. Un torneo atrás era la sensación del equipo, el nuevo ídolo; ahora, de repente volvía a ser un elemento de refresco y con pocos minutos en la cancha.
Fue un "berrinche". Así lo confiesa cuando se le pregunta por qué decidió salir a emborracharse esa noche del 10 de noviembre.
César no estaba contento con ser un suplente más, no entendía por qué La Volpe, tan benévolo con él el torneo anterior, ahora lo tuviera comiendo banca. Lejos de buscar una explicación del estratega, prefirió refugiarse en el alcohol.
La noticia corrió como reguero de pólvora: un futbolista de Primera División se había accidentado en el Periférico, a la altura de la carretera a Nogales, alrededor de las 4:25 de la madrugada.
El rumor se confirmó. César Andrade impactó su Jetta color verde, modelo 1999, contra el muro de contención de la avenida. Iba acompañado por Javier Amador, un jugador de la Segunda División de los Zorros. La tragedia apenas comenzaba.
Los días posteriores, ambos futbolistas se debatieron entre la vida y la muerte. Amador salió del peligro y aunque Andrade estaba estable, su estado de salud se había complicado.
El 80 por ciento de posibilidades de que su pierna derecha tuviera que ser amputada fue factor para tomar la dolorosa decisión, y la familia de Andrade así lo hizo. Faltaba lo más duro, el despertar del futbolista después de 7 días de estar sedado tras el accidente.
LA VIDA SIN UNA PIERNA
El trauma no era superar que el futbol se había acabado para él, lo complicado era ver la parte inferior de su cuerpo y notar que le faltaba una extremidad. Fue un shock que le costó años superar.
Irónicamente, el destino le dejó intacta la pierna izquierda, con la que pintaba para ser un crack, con la que hacía estragos a las defensas rivales, como si ese mismo destino quisiera recordarle que tenía todo para triunfar, y que por un "berrinche" se fue al olvido.
"Busqué ser vendedor de seguros, puse un taller de vidrio soplado en Tonalá, me puse a estudiar el curso de entrenador, lo terminé, me puse a trabajar con un equipo amateur y así fue como superé las cosas. Todavía de pronto te llega la nostalgia, pero ahora es superable", cuenta el ex futbolista.
Tras la tragedia, y luego de haberle dado la fuerte noticia al futbolista, la ayuda no paró de llegar, le ofrecieron una beca para estudiar mercadotecnia en la UP, los jugadores hablaron de crear un fideicomiso para ayudarlo en los gastos, La Volpe ofreció asesorarlo y con el tiempo incorporarlo a su cuerpo técnico.
Incluso, un Rafael Márquez ya consagrado con el Mónaco, ofreció ayudarlo económicamente.
El equipo médico le salvó la pierna hasta la rodilla, y poco a poco, tras aceptar su realidad, Andrade volvió, dentro de lo posible, a tener una vida normal.
'EL MÁS DIFÍCIL'
Quince años después del trance, de ese grave accidente, la vida de César parece normal. Es común verlo en algún centro comercial de la Ciudad caminando con la ayuda de una prótesis. Ni siquiera parece que le falte una pierna.
Terminó el curso de entrenador y divide su vida dirigiendo a equipos amateurs y dando pláticas de superación personal a jóvenes.
Escribió un libro titulado "El Partido más Difícil de mi Vida", que comenzó a redactar tras el accidente y que publicó recientemente.
Nunca se unió al cuerpo técnico de La Volpe, pero tampoco regresó a su pueblo a vender paletas en un carrito.
La vida le dio un lección muy dura a César Andrade; si la aprendió o no, eso solamente él lo sabe, pero sin duda sirve para que los futuros pateabalones vean cómo, en un abrir y cerrar de ojos, una carrera prometedora puede llegar a su fin.
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