Maestros del antifutbol
En esta esquina, los amantes del virtuosismo, la gambeta y el "jogo bonito"; en esta otra, los defensores de la táctica, la fuerza excesiva y las artimañas.
En 4 años, Estudiantes de La Plata pasó de equipo chico a histórico del futbol argentino. Ganó títulos a nivel nacional e internacional con un estilo que lo persigue como un estigma: el
del antifutbol.
Sus hinchas dicen que a Estudiantes nunca se le perdonó haber roto -con su primer título, en 1967-, la hegemonía de los "cinco grandes" de Argentina: River, Boca, Racing, Independiente y San Lorenzo.
Además, el equipo dirigido por Osvaldo Zubeldía disputó 4 Finales consecutivas de la Copa Libertadores -de 1968 a 1971-, de las cuales ganó las 3 primeras, así como la Intercontinental de 1968.
Orden defensivo, carácter, dinámica, sacrificio y espíritu de lucha fueron las armas de un equipo que para trascender se vio obligado a utilizar recursos inéditos en el balompié.
"(Estudiantes) tenía un estilo férreamente defensivo, con marcación personal al estilo italiano, despliegue físico, disciplina táctica, ausencia de improvisación... y rudeza, mucha rudeza", dice Pablo Alabarces, en su libro "Futbol y Patria".
Hay quien afirma que el catálogo incluía patadas arteras, piquetes con alfileres y bidones contaminados; lo cierto es que Estudiantes aprovechaba hasta el último detalle del reglamento y de la permisividad de los árbitros con tal de ganar.
EL TREN DE LAS SEIS
Estudiantes nació como un club de estudiantes de Medicina -de ahí su sobrenombre de "Pincharratas"- que hasta la primera mitad del siglo no ganó prácticamente nada y más bien luchaba por evitar el descenso.
Zubeldía llegó al equipo en 1965. Incansable, organizado, estudioso. Implementó recursos tácticos como jugar al fuera de juego, los tiros de esquina con pierna cambiada, las marcas individuales y las jugadas a balón parado.
También las pretemporadas, las concentraciones, los entrenamientos a doble sesión y los planes nutricionales, y le dio un lugar preponderante al factor psicológico: códigos y mensajes para engañar al rival.
Dicen que solía llevar a sus jugadores hasta la estación del ferrocarril de Mitre, a las 6 de la mañana, cuando la gente corría para no perder el tren hacia su trabajo, y los hacía reflexionar.
"Ven, eso es esfuerzo, no lo que ustedes hacen. Si hacen lo que les digo, vamos a salir bien; si no, vamos a tener que ir a trabajar, ¡pero a trabajar en serio, como ellos!", les decía. Y le creyeron.
'LA TERCERA QUE MATA'
Entre sus alumnos estaban Carlos Pachamé, Eduardo Flores, Óscar Malbernat y Juan Ramón Verón -cuyo rostro anguloso le valió el apodo de "La Bruja"-, unos juveniles que recién habían sido campeones de la Tercera División.
Ese plantel, al que se unieron Carlos Salvador Bilardo y Marcos Conigliaro, fue denominado "La Tercera que Mata" debido a su pragmatismo, disciplina y competitividad, como describe el periodista español, Chema R. Bravo.
"(Zubeldía) mandó en un equipo de sabuesos y rompedores de tibias, un grupo de colmillos afilados, miliciano", acota en su artículo "Sangre de Brujas".
Pero el acoso iba más allá de lo físico. Aprendían cualquier debilidad de sus rivales y atacaban los puntos flacos de sus emociones.
Bravo recuerda cómo un jugador de Independiente, que había matado a un amigo suyo en un accidente de caza, era agobiado por los jugadores de Estudiantes con gritos de "¡asesino, asesino!".
Algo similar ocurrió con el portero de Racing. Él era muy apegado a su madre, quien no deseaba que se casara con una chica; lo hizo y a los seis meses la madre murió. En el campo, los rojiblancos le soltaban: "Felicidades. Por fin has matado a tu madre".
LA LEYENDA NEGRA
El 6 de agosto de 1967, en la cancha de San Lorenzo, Estudiantes venció 3-0 al poderoso Racing Club en la Final del Torneo Metropolitano y se convirtió en el primer equipo fuera de Buenos Aires en llevarse el título.
Y en 1968, el conjunto de La Plata obtuvo su primera Libertadores en un partido de desempate -en el Estadio Centenario, de Montevideo-, frente al Palmeiras de Brasil, al que se impuso 2-0.
Ese estilo áspero y luch0ador que derrotó a los brasileños fue justificado por Carlos Fontanarrosa, director de la revista El Gráfico.
"Marcar con todos sus hombres y en toda la cancha no puede ser 'antifutbol' (...) que su juego sea más sólido que bonito, no basta para llamarlo 'antifutbol'", escribió.
Aquel triunfo les permitió disputar la Copa Intercontinental -entonces Copa Europeo Sudamericana- frente al Manchester United.
La leyenda apenas iniciaba.
DECLARACIÓN DE GUERRA
El 25 de septiembre de 1968 se celebró en La Bombonera -el estadio de La Plata era demasiado pequeño- la Ida de la Intercontinental, que terminó 1-0 a favor de Estudiantes, con gol de Conigliaro.
El juego resultó duro, tenso, golpeado. Dennis Law se quejó de jalones de pelo, George Best se llevó un puñetazo en el estómago y Bobby Charlton necesitó puntos de sutura tras una patada de Bilardo.
Pero lo que se vivió afuera de la cancha entre las prensas inglesa y argentina fue quizá más fiero y salvaje.
"The night they spat on sportmanship" ("La noche que le escupieron a la deportividad), publicó The Mirror, mientras que el arquero inglés, Alex Stepney, declaraba "los jugadores de Estudiantes juegan sucio, son animales".
Por su parte, Constancio Vigil, dueño de El Gráfico, tomó la pluma para acusar a los periodistas ingleses de "traicioneros", al haber despreciado la típica cordialidad argentina en su visita.
"Para ser 'gentlemen' como ellos preferimos ser 'animals' dentro de nuestra sencilla, abierta, humana y franca manera argentina", les espetó.
¡ANIMALS, ANIMALS!
Y llegó el decisivo 16 de octubre, en Old Trafford. Con abucheos, proyectiles y el grito de "¡animals, animals!" fueron recibidos los argentinos, a pesar de que media hora antes habían salido al campo con claveles rojos y blancos para arrojar a la tribuna en señal de paz.
A los 7', un tiro libre de Raúl Madero a segundo palo es conectado con la cabeza por Verón, para batir a Stepney y silenciar la "caldera del Diablo".
La defensa "pincharrata" era impasable. El United sólo tuvo una de peligro en el primer tiempo. Para el segundo, aparecieron las manos milagrosas de Alberto Poletti ante los embates ingleses.
Una equivocación al intentar salir en fuera de lugar les costó el tanto de Willie Morgan, pero nada más; incluso, la desesperación invadió a Best, que hacia el final fue expulsado por agredir a José Medina.
Como testigo de aquella hazaña, en el museo de Old Trafford, aún se exhibe la pizarra en la que Zubeldía escribió a sus jugadores: "a la gloria no se llega por un camino de rosas".
... DE LA PATRIA
Si el triunfo sobre el Manchester representó el pico más alto en la época de Estudiantes, el caos que se vivió un año después frente al Milán, también por la Intercontinental, marcó el inicio de su caída.
En plena transición de la Albiceleste -que no clasificó a México 1970-, el conjunto platense enarboló la bandera del futbol argentino ante el mundo. Pasaron de Estudiantes de La Plata a "de la Patria".
Pero la carga fue demasiada. Los italianos llegaron a Buenos Aires con una ventaja de 3-0 y aunque Estudiantes los venció 2-1, la derrota en el Global provocó la furia de los "pinchas".
"Aquello fue la guerra. Insultos, salivazos, codazos, patadas... una de ellas, del portero Poletti a Rivera, fue escalofriante. Los chicos de Estudiantes eran virtuoso del disimulo. Mordían al árbitro", rememora Bravo.
La batalla derivó incluso en un conflicto diplomático. Ramón Aguirre Suárez fracturó de un codazo en el rostro a Néstor Combín, mientras el arquero Poletti pateaba salvajemente al italiano Gianni Rivera en el suelo.
Los dos argentinos y Eduardo Manera, otro de los agresores, fueron arrestados y encarcelados; el colmo fue que Combín -francés, pero nacido en Argentina- también fue detenido, acusado de desertor.
VERGÜENZA NACIONAL
A partir de ahí, y a pesar de ganar otra Libertadores, la de 1970 (1-0 al Peñarol), y de disputar una cuarta Final en 1971, que perdió (2-0, frente al Nacional), la mala fama de Estudiantes se disparó.
Tras la Libertadores de 1971, el técnico abandonó su cargo y en su lugar quedó su íntimo amigo, Miguel Ignomiriello. Se acabó un ciclo de críticas y polémica, aunque también de gloria e innovación.
Al final, como sentenció Osvaldo Ardizzone, la mística de Estudiantes fue "destruir, ensuciar, irritar, negar el espectáculo, utilizar todos los subterfugios ilegítimos del futbol.
Pero "si sirve para ganar, debe ser bueno; en todo caso, mejor que aquel futbol que pierde".
Mail: san.cadilla@mural.com
Twitter: @SanCadilla