La malvada tele

Francisco Javier González
en CANCHA


La presión de la última jornada tiene mucho que ver con la impuntualidad mexicana que tan bien caricaturizaba Marco Antonio Almazán en sus libros.

El "VUM" (Vuelva usted mañana) se replica cada vez que un equipo le pide más paciencia a su afición a cambio de, tal vez, ofrecerle algo mejor al siguiente domingo.

Tres lugares disponibles para siete equipos con vida aritmética refleja

la espera que se extiende a veces más allá del último minuto. Si a las bodas en muchos lugares de México se cita media hora antes del inicio para evitar algunos retardos y las juntas en la oficina suelen tener tolerancia de unos minutos antes de empezar, ¿por qué habría de ser diferente en el torneo mexicano, en el que se vale llegar apenas antes de que se cierre la puerta y aún así ser campeón?

Los finales dramáticos que permite nuestro sistema de competencia dan cabida ahora a un pensamiento siniestro: que las televisoras influirán para saber quién clasifica y quien queda fuera.

José Luis Sánchez Solá levantó la voz desde su Puebla adorada hace unos días para advertir que el reparto de la serie final podría ser influido por el virus de la televisión. Los árbitros tienen ahora un elemento más de presión hacia su trabajo.

Cuando el sistema está diseñado para decisiones de última hora, es claro que cualquier error, tropezón o mala interpretación pueden ser atribuidos a lo que uno quiera porque pesan demasiado.

Un penal no marcado, un gol viciado que se de por bueno o bien la falla de un delantero frente al marco en jugada fácil, pueden ser enviados al expediente de las dudas por las mentes calenturientas.

La tabla de posiciones es sin embargo bastante sabia y se deja leer por quien deseé hacerlo. Sus números reflejan los motivos por los que los equipos que sufren están atravesando ese trance: han sido malos en un sistema que a los menos malitos también les da oportunidad de pelear el título.

La especulación de directivos y entrenadores sobre pesos de camiseta, deshonestidad y favoritismos será solo eso mientras no existan argumentos que vayan más allá del ardor por una derrota.

Los cuerpos directivos, a veces inexpertos y a veces mal educados, culpan a terceros antes de asumir sus propias responsabilidades. Y ese juego, el de especular sobre los infaltables y a veces groseros errores arbitrales, finalmente representan una falta de respeto a los valores.

Rodará el balón de la Fecha 17 y algunos quedarán fuera de la fiesta por la acumulación de incapacidades sumada en igual número de partidos.

La ineptitud tiene sin embargo otro salvo conducto: quedar justificada gracias a la tele.

 
 
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