Habrá quien piense que Carlos Vela tapó la boca a la humanidad futbolera con los dos goles que le hizo a Holanda.
Que tenía razón, que si puede ser el salvador porque quien mete goles es quien saca adelante los esfuerzos de todo su equipo. Que fue una lástima que en su momento lo castigaran por una indisciplina igual que a otros.
La conveniencia del momento produce amnesia. La vida
es pragmática, depende de los resultados que lo justifiquen todo aunque sean momentáneos. A menos que entren a escena los valores.
El regreso de Vela a la Selección es venturoso. Hace dos goles, México le gana a Holanda como visitante y marcando tres tantos, lo que es casi inédito en visitas del tri a Europa.
Carlos le aportó al Tri algo que ha buscado con más afán que el perol lleno de oro al final del arcoiris: la contundencia.
Lo podemos llamar eficacia. La proporción de goles anotados respecto a las llegadas a la portería rival nos da ese índice. Cuanto menos desperdicio de oportunidades exista, mayor será la eficacia. Por alguna razón técnica, física o cósmica, México necesita el triple de llegada que las grandes potencias para meter un gol. Como tiene pocos jugadores con capacidad de desborde, también le cuesta tres o cuatro veces más que a los demás fraguar arribos claros. Todo eso es un problema. Carlos Vela se despachó con dos goles, cambiando la tendencia histórica.
De un futbolista hay que esperar siempre más la acción que el verbo. Es decir, que se exprese en el campo y no tanto en la palabra. Su hábitat es el césped y no los atriles de los grandes foros.
Pero de Vela hubiéramos querido que hablara de los motivos que le llevaron casi 4 años al autoexilio de la Selección porque precisamente dada su capacidad y calidad, fue inexplicable que desdeñara unos Juegos Olímpicos y un Mundial.
En los goles anotados ayer, el sentimiento se desdobló en dos sentidos: la alegría de Amsterdam contra el abandono en tantas otras canchas.
Carlos desdeñó una causa común, una historia en la que convergemos millones de personas: la de la aventura de la Copa del Mundo y de una Eliminatoria que con un poco de claridad al frente hubiera sido sencilla.
Qué bueno que regresó ya al Tri, del que ojalá no se aburra pronto. Qué bueno que pese a algunos momentos difíciles en el partido, el Tri terminó ganando.
Pero ese par de tantos no cambian los valores, que es lo que perdura.
La traición a la causa solidaria, al esfuerzo colectivo, no cambian por dos maravillosos goles. Al contrario.
Más rabia da pensar que con Vela, en Brasil, la historia pudo haber sido distinta.
El desperdicio de talento en ocasiones tan importantes, son cicatrices difíciles de cerrar.
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