El otro Hugo

Francisco Javier González
en CANCHA


Le tocó lidiar para bien y para mal con eso: ser hijo de un inmortal del futbol mundial.

El peso del nombre suele ser demoledor. Jugó futbol pero no se hizo célebre por ello. Fueron muy pocos partidos en la cancha.

Hace poco mas de treinta años, en plena efervescencia de Hugo Sánchez en el futbol español, el Pichichi vino a México. Quien esto escribe fue uno de los invitados a una

plática con periodistas en la que el tema principal después de las preguntas de rigor fue el orgullo del goleador por haber entrado al quirófano para presenciar al nacimiento de su primogénito.

Relató haber fotografiado con su propia mano el alumbramiento. Le brillaban los ojos con enorme intensidad.

Hablaba un hombre feliz, orgulloso, triunfador. Contagió su emoción a todos los ahí presentes en una charla que se alejó de lo periodístico para convertirse en una confidencia personal.

La vida nos lleva por diferentes rumbos aun cuando hay sangre que se comparte en las venas.

Existieron capítulos de alejamiento entre ambos. Otros de gran emoción compartida.

Hace algunas semanas coincidimos en una presentación como invitados con Hugo Sánchez Portugal. Hubo tiempo de charlar por más de una hora.

Manifestó la admiración por su padre, su rebelión ante la mediocridad y la injusticia. Habló del mejor futuro que merece México que exige no conformarnos como pueblo. La visión que tenía Hugo hijo irradiaba energía. Su rostro era muy parecido al de su padre. Su personalidad, también.

Era de esas personas que no se quedaban calladas, que decían lo que opinaban, que comen lumbre si es necesario para defender una convicción.

Al mismo tiempo, era el rey de los rumbos del metro Observatorio. Se metía a los mercados a desayunar, hablaba con la raza, tenía aliados y admiradores de diferentes códigos postales sin diferencia entre unos y otros. Siempre tenía una sonrisa que regalar y llamaba la atención donde se parara.

Fue suficiente ese tiempo para recordar de quién se trataba. Era el hijo del gran Hugo, de quien heredó la mentalidad, la notoriedad y la rebeldía ante lo que no le gustara. Pero que tenía un andar propio, un empuje especial, una estrella más brillante que las comunes.

Hugo Sánchez Portugal estaba alistándose para comerse el mundo. Estaba reuniendo fuerzas, conocimiento y contactos. Es de la gente que uno quiere tener cerca.

Una fatalidad rompió sus sueños. También el corazón de sus padres, de sus hermanos y de sus amigos.

En algún lugar tendrá Hugo padre aquellas fotos que lo ponían orgulloso. Los hijos son prestados y a veces son arrebatados demasiado temprano.

No habrá palabra que consuele. La fe y el tiempo tienen que venir en su auxilio.

 
 
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