Para las generaciones que no saben del teléfono de disco, los carteros o las cotorras y los cocodrilos que eran los taxis de alguna época, parecerá broma leer que el Atlante-Necaxa fue un clásico del futbol mexicano. Seguramente el primero, por lo menos en la capital.
Generó broncas, fabricó ídolos e inspiró idolatrías. En los viejos estadios de antaño, relata José Luis Lamadrid recordando
sus épocas juveniles, la gente era capaz de tirar paredes y brincar las bardas de los viejos estadios con tal de ver a las figuras de los Once Hermanos y de los Potros de Hierro.
Este sábado a las cuatro de la tarde se vivirá una situación que los fanáticos de aquellos tiempos no podrían comprender: a las cuatro de la tarde en Aguascalientes, el Necaxa recibirá en su casa al Atlante de Cancún en la Liga de Ascenso.
Nada de esto correspondería a la lógica de ese entonces. Ni siquiera que a dos jornadas del final del torneo regular, ambos marchen con igualdad de puntos en sexto y séptimo lugar de la tabla, sabiendo que en ese circuito sólo clasifican siete a la Liguilla.
Eso quiere decir que ni para la división de ascenso les está alcanzando para destacar. De hecho, el resultado del fin de semana puede ser fatal para alguno de los dos.
Qué ha sucedido con uno y otro es algo largo de relatar. Tendríamos que pedir a la abuela que tomara la llave y abriera su ropero -en fechas propicias para recordar a Cri Cri- y nos explicara la historia completa, contada desde la nostalgia.
El futbol de hoy es diferente: competitivo, económico, pragmático, frío. El romanticismo recibe golpes diarios en aras de la supervivencia, de mantener la nómina y de la mercadotecnia que cambia playeras, jugadores y sueños.
El sindicato de electricistas, el equipo del pueblo que se entrenaba en camellones, los Once Hermanos, el General Núñez, "Pichojos" padre con Dante Juárez, Majewski, "Chatito" Ortiz y Aguinaga. Compras y ventas, cambios de rumbo, golpes de timón, mudanzas a donde se pueda porque ya no alcanza, aficiones huérfanas que se extinguen, mala suerte y malas decisiones, descensos sin retorno. Cicatrices que cerraron pero siguen doliendo y marcan el alma.
Necaxa tiene nueva administración. Ha cambiado de propietarios. Se recuerda la década de los 90 cuando miles de niños fueron conquistados por el triunfo para luego ver arrancado el póster de su recámara.
Del Atlante, las conquistas de Félix Fernández con un penal anotado para lograr un ascenso, el título en Monterrey o la sorpresa contra Pumas.
Dos fantasmas se enfrentan el sábado con la esperanza de volver a vivir y a vibrar.
No dejan de arrancar, en algunos, un suspiro lleno de historia.
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