La Selección Mexicana venció sin mayores dificultades a la hondureña, para así cumplir con un compromiso del que algo de provecho podrá sacarse.
No mucho, porque ante un sinodal tan flojo fue poco lo que la verdadera capacidad de algunos de los seleccionados pudo ser probada.
Aunque en términos generales los convocados justificaron dicha convocatoria, en realidad sería necesario
observarlos ante otros adversarios y en partidos de mayor importancia, para así aquilatar sus auténticos alcances.
Pero si a pesar de los pesares los tricolores cumplieron, el que no cumplió en la medida ideal fue el público de Tuxtla Gutiérrez, como por desgracia suele no cumplir público alguno en el futbol mexicano.
Además del trillado, entusiasta y deleznable grito al portero adversario, casi casi cada vez que toca un balón y ya no solamente cuando despeja, como novedad proliferaron los "espontáneos" invasores de la cancha, dispuestos a interrumpir el juego en aras de obtener sus escasos y costosos segundos de fama.
Un problema relacionado con la pobre cultura deportiva mexicana, pero también con el origen de todos los grandes problemas de este País: la deficiente educación de sus habitantes.
Lo que el Gobierno de Chiapas haya pagado para llevar ahí ese partido, mejor lo hubiera utilizado en otros rubros en los que tanto rezago sufre ese estado, empezando por ése de la educación, endémico punto frágil del País entero.
Sólo resta esperar que para el partido de mañana en Querétaro, ante la escuadra panameña (¿Servirá más que la hondureña como sinodal?), no hayan sido utilizados también recursos que para nada deberían gastarse en partidos de futbol.
Que dejen los gobernantes de utilizar al futbol como circo para distraer a sus gobernados, y se dediquen de veras a buscar el bienestar de los ciudadanos, empezando por manejar con mayor transparencia y honestidad el dinero del Erario.
Y si además de esas indispensables honestidad y transparencia se empezara a trabajar mejor en el sector educativo, algún día podríamos aspirar a contar no sólo con una afición y con un pueblo mejor educados, sino con un País de mayor nivel en el ámbito político, en el económico y el social, algo que conduciría también al progreso deportivo como irrelevante añadidura.
Se vale seguir soñando.
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