Bravatas sin sentido

Francisco Javier González
en CANCHA


El castigo para Santos Laguna ha sido cruel.

Entre el torneo pasado y el actual, recibió en algunos partidos más goles que tarjetas en su cumpleaños. En su casa, tres del Atlas, tres de Jaguares, tres de Gallos. Ahora cuatro del América.

La semana pasada había aceptado otros cuatro de Tijuana y de las propias Águilas, cinco en la Liguilla anterior. El problema no es nuevo para el

equipo.

Decía el extinto José Antonio Roca, forjador de bravatas verbales antes de un partido, que hay que saber cuándo sostenerlas; no siempre es momento propicio.

Lo declarado por Pedro Caixinha antes del partido contra el América puede ser juzgado desde la interpretación. Con precisión de actuario, enumeró los errores arbitrales favorables al rival en turno. Ese es un dato, como él acotó, "y no una queja".

La percepción con que se toman sus declaraciones parten del buen gusto. Al no hablar de las ocasiones en que Santos también ha sido favorecido o perjudicado, sesgó su discurso.

La respuesta en el campo, que es la más válida de todas -sino es que la única- fue contundente y humillante. El equipo acusado terminó fabricando un rosario en campo santo, con los ya célebres cuatro goles de Miguel Layún.

Cuando los entrenadores hablan del arbitraje antes o después de los partidos, abren un paraguas en el que cabe todo su plantel: hay justificación a lo que sea, al encontrar siempre a quién echarle la culpa.

Que el arbitraje a nivel mundial necesita que se ocupen de él desde hace muchos años es una realidad de la que nadie está ajeno.

Los números susceptibles de análisis en Santos Laguna van más allá de los jueces que le pitan al americanista rival que, por cierto, es el que más penales en contra tiene, y el de mayor número de amarillas recibidas antes de iniciarse la jornada 10.

Los laguneros eran el tercer equipo con menos disparos a gol en el torneo, de los que más disparos en contra habían recibido, el que más pases fallados acumulaba y el tercero del circuito en balones perdidos. Tienen un problema futbolístico que atender. Tras el tropezón en casa, marchan en el séptimo lugar de la tabla, con un futuro dudoso si no reaccionan rápidamente.

Ya sabrá Caixinha -buen entrenador cuya imagen no es tan pacífica como cuando llegó- si ha valido la pena gastar energías y tiempo en análisis concienzudos sobre un asunto tan relativo como el de los árbitros.

Los cuatro goles recibidos, los expulsados de las petrificadas Chivas o la debacle puma de los segundos tiempos, no son responsabilidad más que de los involucrados.

Si cada quien asume su responsabilidad, las cosas tenderán a mejorar.

 
 
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