El futbol es un deporte de conjunto, pero los equipos, obviamente, están formados por individuos.
La llegada de Ronaldinho al futbol mexicano, con pinceladas que lo empiezan a distinguir, sirve también para hacer un ejercicio mental. ¿Cuántos aficionados habrán pagado boleto el miércoles en Querétaro y ayer en Guadalajara para ver al astro brasileño, sin importar demasiado los respectivos
partidos en si?
En el museo del Louvre de París todos los días hay largas colas. Tiene joyas que el visitante no puede terminar de ver en tres o cuatro sesiones. Pero una buena cantidad va buscando en primer lugar colocarse frente a un pequeño cuadro inmortal: La Mona Lisa.
Si no hubiera tiempo para pasearse por otras salas, para muchos sería suficiente contar a los suyos que vieron de cerca la obra de Leonardo da Vinci. Hasta para los profanos del arte, eso constituye una experiencia de vida.
Ronaldinho vendió boletos en Querétaro y también ayer en el partido frente a Chivas. Camina, pero funciona. Con un penal ahora si bien cobrado y un servicio a gol genial. Salió a los 77 minutos del juego, mientras varios aficionados chivas buscaban las puertas de salida. Tal vez porque Dinho había terminado su actuación. Quizá porque Chivas volvió a tener una actuación decepcionante en la que terminó humillado en casa.
¿Cuántas figuras tendrá el futbol mexicano que vendan boletos por sí mismas? ¿Tendremos algunas Mona Lisa que convoquen a hacer fila para poder presumir después que alguien las vio en persona?
El futbol se ha hecho muy físico, de gran intensidad atlética y pocos espacios. Pero los valores individuales, los artistas -aún escasos- siempre serán bienvenidos porque ayudan a incrementar la calidad de un colectivo y también a incrementar la expectativa; el imán taquillero.
Hay planteles completos que no tienen un solo personaje de esta índole. Algo como lo que lograban Miguel Marín, Cabinho o Carlos Reinoso en los setenta, Brailovsky o Cardozo en años posteriores, Boselli o "Gullit" Peña en meses recientes. Jugadores a los que uno espera que les llegue el balón para observar qué van a hacer con él.
La recompensa para el aficionado es encontrar resultados. Que le regalen jugadas portentosas, consistencia en la victoria, reiteraciones de calidad que el ídolo repita semana a semana.
Ronaldinho tuvo y retuvo. Chivas, el mexicanísimo equipo que vive permanentemente en horas bajas, vio naufragar en la cancha lo que por 8 mil espectadores no fue un lleno.
Triste contraste. Oscuridad en la casa.
A propósito: ¿Cuántas figuras tiene su equipo favorito? ¿Tiene nuestra Liga el talento suficiente que le haga más atractiva?
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