La Dominguera

San Cadilla
en CANCHA


Hechizo gaditano
 
La desastrosa actuación de la Selección de El Salvador en el Mundial de España 1982, con 3 derrotas, 13 goles en contra y sólo uno a favor, no eclipsó la excepcional actuación de un delantero menudito de cabello enmarañado: Jorge González.

Jorge Alberto González Barillas (San Salvador, El Salvador; 13 de marzo de 1958), destacó a temprana edad en varios clubes

locales, aunque fue el FAS (Futbolistas Asociados Santanecos) el que lo catapultó a La Selecta y, más tarde, al futbol europeo.

Su precisión con la pelota, sus dribles a los rivales y su frialdad para definir llamaron la atención de equipos como el Atlético de Madrid, el París SG y -el más modesto, tal vez- el Cádiz, de la Segunda División española.

¿Por qué fichó por éste último? Quizá ni él mismo lo sabe, pero el destino no pudo elegirle mejor lugar.

 
 
MAGIA... ¡Y FUEGO!

 
Una oferta de 30 millones de pesetas, de las cuales sólo le correspondió la vigésima parte, selló el traspaso de González a Europa, donde su habilidad para dominar por igual un balón que una naranja o una bolita de papel deslumbró a propios y extraños.

En una ocasión, David Vidal, su entrenador durante siete años en el Cádiz, lo retó a dominar en 20 ocasiones una cajetilla de cigarros: si no lo lograba, dejaría de fumar; si lo hacía, él lo dejaría en paz.

"Le dio no menos de 50 toques. Me di la media vuelta y me fui", recordó Vidal. "(El balón) lo trataba con una dulzura exquisita, lo cogía de una forma muy especial, lo acariciaba como nadie. Era un auténtico enamorado del balón".

Pero también era un enamorado de la noche, de la fiesta y de las mujeres; por ello, encajó a la perfección con el estilo de vida desparpajado del gaditano.

"Un gran futbolista no es sólo técnica. Hay que dominar la preparación física, la psicológica, la táctica. Y aquí es donde Jorge fallaba", aclaró el estratega.

Con todo, pronto el "Mago" de El Salvador pasó a ser el "Mágico" en España, inmejorable apodo para un jugador que parecía tener la pelota cosida a los pies y que era "técnicamente mejor que Maradona", según Vidal. Y el propio Diego así lo creía.

"El 'Mágico' González es mejor que yo, es de otra galaxia", afirmó en una entrevista Maradona, quien poco después lo invitó a una gira del Barcelona en Estados Unidos.

¿Y por qué González no se quedó con el Barsa, aún recomendado por Maradona? Porque su extrema habilidad iba más allá de las canchas.

"Dan la alarma de incendio en el hotel (en Chicago), se desaloja y cuando los bomberos están revisando las habitaciones, encuentran al 'Mágico' en la cama. Y no precisamente durmiendo, sino con la camarera", cuenta el historiador Juan Sevilla, en un documental de ESPN.

 
 
ÍDOLO DEL PUEBLO
 
En una época de mayor estrechez entre los jugadores y la afición, máxime en Cádiz, una pequeña ciudad costera al sur de España, González no tardó en echarse al bolsillo a los fanáticos andaluces.

Y cómo no, si él solo subió al equipo a la Primera División en 1984, a dos años de su llegada.

A pesar de que sus números no impresionaban a nadie (anotó 42 goles en 150 partidos), cualquier gesto técnico bastaba para entusiasmar a la multitud. No importaba el marcador, sino un toque de fantasía del salvadoreño.

Suplente habitual del conjunto cadista -casi siempre como castigo a sus inasistencias al campo de prácticas- la tribuna pedía a gritos su ingreso al DT.

"'¡Gallego, mete al Mágico!', me decían desde la grada. Y Jorge no estaba ni en el banquillo. No lo convocaba porque no entrenaba en toda la semana. Sólo se presentaba el sábado para jugar", recuerda Vidal en otra entrevista.

La gente lo quería no sólo por la magia que había en sus pies, sino también en su corazón; no faltaba el niño de la calle que con un simple "¡Mágico...!" obtuviera 500 pesetas de regalo.

"Podía llegar un día sin zapatillas o sin chaquetón, y si estaba lloviendo, era porque alguien lo necesitaba allá afuera y ya se lo había dado", narra Kiko Narváez, su compañero de aquel Cádiz.

 
 
... EN SUS LAURELES
 
Más que el alcohol, eran la noche, la fiesta y las mujeres su perdición. A veces llegaba de madrugada a los bares y éstos abrían sólo para él. Pedía leche en lugar de cerveza. Y su tabaco, claro. Se había apropiado de un estilo de vida reservado para los artistas o los gitanos.

Pero más que todo ello, su holgazanería. Pocas veces llegaba a tiempo a las prácticas... si es que llegaba. Tal era su afición por dormir que un empleado del club iba todos los días a su departamento para despertarlo y llevarlo a los entrenamientos.

"Se acostaba a las 3 ó 4 de la mañana, y si se levantaba, lo hacía justo a la hora del entrenamiento o ya no se levantaba", comenta Pepe Mejía, otro de sus ex compañeros.

Pero la locura en las gradas no cesaba y -en 1984, tras una temporada de ensueño-, el "Mágico" despertó el interés de varios grandes de Europa; el problema es que ellos no despertaban el más mínimo interés en él.

Sólo así se entiende que haya desechado una jugosa oferta del Atalanta italiano: dijo que no le apetecía ir porque ahí no hacían buen pescado frito.

Lejos de menguar, sus problemas de disciplina fueron en aumento y la directiva del Cádiz tomó la decisión -sin preguntarle- de enviarlo al Valladolid, donde dejó clara su incomodidad desde que llegó.

"Tengo frío y tengo sueño", fue lo primero que dijo.

A los tres meses, literalmente, huyó y se perdió en las playas de California, México y El Salvador.

Pero en Cádiz lo extrañaban. Una comitiva encabezada por el presidente cadista, Manuel Irigoyen, viajó a San Salvador para convencerlo de regresar. Y tuvieron éxito.

"Pese a su genio futbolístico, una descuidada vida personal le llevó al pozo del fracaso y el anonimato. Ahora ha vuelto", escribió por entonces Carlos Funcia, en el diario El País.

 
 
PARA LA HISTORIA
 
El clímax para el "Mágico" llegó el 14 de septiembre de 1986. El marcador está 2-0 a su favor. González es un punto amarillo en una marea blanca. Toma el balón y lo conduce hasta el límite del área rival. Elude en zig-zag a uno, dos, tres defensas. Sobre la línea de cal, da un toque suave al esférico que deja al portero Pedro Alba a medio camino. Cádiz 3, Racing 0.

Casi 19 mil almas lo ovacionan mientras agitan sus pañuelos blancos. Alba recorre medio campo, lo alcanza y le da la mano. Ese gol es catalogado por la prensa ibérica entre los mejores 50 en la historia del futbol español.

"Fui salvando obstáculos, según me iba encontrando piernas, pero solo creí en el gol cuando vi que el balón pasaba por encima de Alba", declaró mientras la gente en el estadio todavía coreaba "¡Mágico, Mágico!" e insistía en sacarlo a hombros.

Pero a él lo incomoda tanta bulla. Tras ducharse, elude a la prensa y de incógnito se cuela en la tribuna; como un aficionado más, observa un partido entre juveniles. No tarda en ser reconocido. Y va de nuevo...

 
 
SIEMPRE 'MÁGICO'
 
González se retiró a los 42 años en el San Salvador FC y después formó parte del cuerpo técnico del Houston Dynamo, en la MLS.

Tras recibir ofertas de distintos clubes y hasta de la Selección salvadoreña para dirigir, él mismo aceptó que no podía ser ejemplo para otros futbolistas y que mejor buscaría cumplir su sueño de ser conductor de autobuses.

A 25 años de su retiro, el espíritu del "Mágico" sigue vivo en el Ramón de Carranza, donde los aficionados cadistas siguen llevando pancartas con su nombre cada fin de semana para los juegos de la Segunda División.

En 1984, en una entrevista al Diario de Cádiz, González resumió su extravagante forma de ser en una frase.

"Sé que soy un irresponsable y un mal profesional, y puede que esté desaprovechando la oportunidad de mi vida. Lo sé, pero tengo una tontería en el coco: no me gusta tomarme el futbol como un trabajo. Si lo hiciera, no sería yo. Sólo juego para divertirme".

 
 
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