Yo, no. Jamás lo pensé. Un partido otrora del montón puede significar muchas cosas para ambos en este momento.
Mañana, uno, el más grande de la historia, se juega todo; el otro, el más nuevo, se juega mucho, pero le queda más por jugar.
Guadalajara podría terminar la semana en la cola, en el abismo sin fondo de las dudas y posiblemente con cambios en todas las instancias. Pero si
gana, las cosas pueden tomar otro color, muy rosa quiero pensar.
Ambos no anotan, así es difícil pensar en ganar en la liga; es más, en cualquier barrio; por los últimos resultados obtenidos en la liga y en la copa, y el funcionamiento mostrado, un candidato al triunfo serían los universitarios. El problema es el nombre y lo que pesa en todos sentidos.
Hombre por hombre, el Guadalajara pareciera tener las cosas a su favor; con todo respeto, lo dudo. Ya los nombres no juegan, los colores pueden ser, pero los nombres ya no más. Ahora lo que cuenta es la productividad, el hoy, el día a día.
Los muchachos del señor Sosa han mostrado mejoría, deseos, entrega y entusiasmo grupal. Parece que saben donde están y a qué deben jugar, los siento conscientes, aplicados y congruentes.
Por el otro lado, veo desconfianza, incertidumbre, poco ritmo, desunión. En pocas palabras, miedo. Este sentimiento, el peor enemigo de un deportista, paraliza y agobia, destruye y aniquila hasta al más guapo.
No sé hasta dónde puedan encontrar un momento que sea un parteaguas para su resurrección. Con todos estos conflictos me sentí para escribir la columna.
Buscaba en la cancha las posibilidades del triunfo de uno y otro; revisaba las estadísticas en su producción ofensiva, su defensiva y su generación de opciones de gol, en todos los rubros, los números son negativos y muy rojos.
¿Qué esperar mañana, a quién voy a escuchar en las tribunas y con qué sentido serán sus cánticos?
diego.silva@mural.com
@jugadaviril