La actual crisis de los Pumas sirve, entre otras cosas, para ejemplificar un añejo problema en el futbol.
Después de cuatro derrotas consecutivas producto de un pobre desempeño, lo normal sería que José Luis Trejo hubiera presentado la renuncia ante la imposibilidad de hacer funcionar adecuadamente al equipo.
Sin embargo, un hombre que ha tenido una larga y muy limpia trayectoria en
el futbol, como jugador y como técnico, insistió hasta el final en recurrir a esa tradicional postura de mantenerse en el puesto a como dé lugar, supuestamente en aras de cumplir con la responsabilidad que tenía de sacar adelante y fortalecer poco a poco a estos anémicos Pumas.
Como suele suceder con los técnicos en México y en todo el mundo, para no deshacer el jugoso contrato, para no atentar contra sus ingresos, Trejo se aferró a su chamba y dejó en la directiva la decisión de cesarlo o no... pagándole lo previamente estipulado.
O se establecen cláusulas en las que se especifique que bajo determinadas circunstancias (cuatro derrotas consecutivas, por ejemplo) el club puede rescindir el contrato de su técnico sin pagarle más que el tiempo realmente trabajado, o los entrenadores le dan una buena revisada a sus propios conceptos y principios.
Cuidar la chamba haciéndola bien, y no tanto aferrándose a un contrato a pesar de saber que dicha chamba está siendo mal hecha.
Por encima del contrato, la honestidad y la autocrítica; no quedarse al frente de un equipo sólo para seguir cobrando, sino porque realmente pienses que puedes aportarle lo que de ti se espera.
¿Cuántos y quiénes de los actuales directores técnicos de Primera División serían capaces de actuar en ese sentido?
Por desgracia muy pocos, porque la generalizada costumbre sigue siendo la de conservar la chamba a costa de lo que sea; a costa, incluso, del propio prestigio como entrenador y como persona.
A ver hasta cuándo.
@rgomezjunco
gomezjunco@elnorte.com