Sin que nadie haga nada para evitarlo, el futbol mexicano sigue siendo cada vez más malinchista.
El actual caso de los Pumas sirve para ejemplificar esa inquietante y acentuada tendencia.
Un equipo tradicionalmente defensor de la mexicanidad de nuestro futbol (el que más la ha defendido después del Guadalajara, sin competencia en ese renglón), ahora está plagado de futbolistas no
nacidos ni forjados en México, que además siguen lejos de rendir como deberían.
Por desgracia, también los Pumas han quedado atrapados en esa vorágine malinchista en la que desde siempre ha entrado la mayoría de los equipos mexicanos, con sus esperanzas de éxito primordialmente fincadas en los jugadores importados.
Como sólo siguen viendo el negocio del corto plazo, para los dirigentes resulta más conveniente y comodino seguir importando jugadores ya hechos, que darse a la tarea de trabajar mejor en las Fuerzas Básicas para forjar los propios y así establecer la más elemental equidad de condiciones para los futbolistas mexicanos.
Porque está bien la "globalización futbolera", siempre y cuando surta efecto en ambas vías.
Que de afuera vengan menos pero mejores futbolistas, y adentro se forjen más jugadores capaces de competir por un lugar en cualquier liga del mundo, empezando por hacerlo en la propia.
Primero fortalecer a los futbolistas mexicanos forjando más y otorgándoles mayores espacios para desarrollarse, consolidarse y florecer a plenitud; y después abrirles a los jugadores extranjeros las puertas de nuestro futbol al nivel que ya, prematuramente, se les han abierto.
Ni futbolera xenofobia ni avorazado malinchismo; solamente un poquito de sensatez y de visión a largo plazo.
¿Será mucho pedir?
gomezjunco@elnorte.com
@rgomezjunco