La Dominguera

San Cadilla
en CANCHA


La danza de los millones
 
Para que no pierdan la perspectiva, el Barsa pagó por Suárez un mil 431 millones, 454 mil 473 pesos con 10 centavos al tipo de cambio de ayer.

El Real Madrid no se quedó atrás y desembolsó 80 millones de euros al Mónaco por James Rodríguez, la sensación del Mundial.

En esta era del "star system", los verdaderos grandes clubes necesitan esas

bombas que sacudan el mercado del futbol en el mundo, y que renueven las esperanzas y el interés de sus aficionados.

¿A qué me refiero? A la verdadera cifra de escándalo: desde la presentación del oriundo de Cúcuta se han vendido 500 mil camisetas con el nombre de "James" en la espalda.

Como cada una cuesta 101 euros, hablamos de ingresos de 50 millones 500 mil euros a repartir entre la marca que patrocina al Real Madrid y el propio club.

En todo el 2013, los merengues vendieron casi un millón y medio de camisetas oficiales, de las cuales, un millón eran de Cristiano Ronaldo.

Y, pese a todo esto, aún hay quienes cuestionan que los futbolistas cobren tanto dinero.

No tengo duda que el tiempo le dio la razón al Preston North End, de 1884.

 
 
IDIOTA POR COBRAR
 
¿Cobrar por jugar al futbol? ¡Eres un idiota! Nadie debe recibir dinero por hacer deporte.

Este era el pensamiento generalizado en los años 80 del Siglo 19, dos décadas después del nacimiento oficial del balompié en Inglaterra en 1863, a raíz del famoso "Código Cambridge", cuando representantes de colegios de Londres se reunieron para ponerle reglas a un deporte violento y desorganizado.

De hecho, los miembros de algunas escuelas se indignaron cuando prohibieron taclear, por lo que abandonaron las juntas y terminaron fundando lo que ahora se conoce como rugby.

"El futbol en sus inicios rendía culto al amateurismo, un principio ético por el cual no se debía cobrar por hacer deporte, desde el entendimiento que el dinero lo envilecía", narra Alfredo Relaño en su libro "366 Historias del Futbol Mundial que Deberías Saber".

Al Norte de Inglaterra, los equipos ya pagaban a algunos de sus jugadores, a la par que cobraban por entrar a ver los partidos de futbol, que vertiginosamente se convertía en el principal entretenimiento de las clases trabajadoras.

 
 
LA DESCALIFICACIÓN
 
Uno de los clubes que en aquellos tiempos ya pagaba a sus jugadores era el Preston North End, fundado en 1862 como un club de rugby. En 1875 crearon su equipo de futbol y de rugby.

Era sabido que, junto al Aston Villa y Sunderland, en sus filas había futbolistas que cobraban a través de trabajos muy bien remunerados en los cuales sólo tenían que hacer acto de presencia.

William Sudell, gerente de una fábrica local y presidente del equipo, aprovechaba sus conexiones para reclutar a los mejores jugadores de Escocia; entre todos los futbolistas, la nómina llegaba a mil libras.

El 19 de enero de 1884, el Preston North End visitó, dentro de los Cuartos de Final de la Copa, al club londinense Upton Park en un partido que terminó 1-1.

Al término del partido, los locales pusieron una protesta acusando al rival de "profesionalismo".

Sudell admitió que en su equipo había jugadores que cobraban, pero argumentó que era práctica común y que no rompía ninguna regla. Sin embargo, la Football Asociation no pensaba igual ¡y los expulsó del torneo!

 
 
DEBUTA EL PROFESIONALISMO
 
El Preston North End decidió entonces aliarse con otros clubes y formar otra federación de futbol; la FA respondió estableciendo un comité para estudiar el caso y el 20 de julio de 1885 terminó por aceptar el profesionalismo.

"Es el interés de la Asociación de Futbol legalizar el empleo de los futbolistas profesionales, pero sólo bajo ciertas restricciones", se leía en el documento.

Estas medidas eran que los clubes sólo podían pagarle a jugadores que probaran que habían nacido -o que tenían por lo menos 2 años viviendo- en un radio de 6 millas alrededor del estadio.

El profesionalismo había nacido dentro del futbol, pero las intenciones de Sudell -que buscaban sólo una recompensa justa para quienes hicieron del Preston North End un espectáculo rentable- lejos estaban de alcanzar las cifras millonarias de hoy en día.

La pregunta es: ¿hasta qué punto los frutos que este noble deporte ofrece seguirán siendo tan jugosos?, y sobre todo, ¿serán capaces futbolistas y empresarios de exprimirlo sin envilecer el juego?

 
 
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