Había una vez un país futbolero donde la pasión por la pelota estaba en los genes, donde las multitudes se volcaban a las calles para celebrar los campeonatos, casi sin importar su trascendencia. Eran famosos por su forma de festejar, por sus cánticos y en sus malos momentos, por la violencia. Miles de sus jugadores salían desde allí a todos los rincones. Eran de los más apreciados. Dos o tres de
ellos habían llegado a ser los mejores. El futbol era una cuestión de Estado, al punto que el Gobierno decidió que los partidos de su Liga deberían ser por TV abierta y se quedó con los derechos bajo el lema "Futbol para todos".
Hacía 28 años de su último título Mundial y estaban de nuevo a un partido de la gloria. Entonces, la presidenta del país organizador invita a su colega para que la acompañe en el palco de honor. Una oportunidad casi única, a la que cualquier mandatario aspira. "Tengo dolor de garganta, el día antes llega el Presidente ruso y voy a tener mucha tarea", fue la respuesta. El lunes es el primer cumpleaños de mi nieto y para poder ir, los médicos me piden reposo el domingo". Así, más o menos, plantó la Presidenta argentina Cristina Fernández a su homóloga brasileña Dilma Rousseff.
Pero, la que sí se apuntó antes que la invitaran fue la Canciller alemana Angela Merkel, quien ya había cruzado el Atlántico para ver el Alemania 4 Portugal 0.
""Perdón, por la goleada del otro día", podría decirle Merkel al encontrase con Rousseff. "Te perdono, pero si aplastan a los argentinos como lo hicieron con nosotros. Si tengo que entregarle la Copa a Messi, peligra mi reelección", respondería (o pensaría) la anfitriona. Aunque para regocijo del mundo futbolístico estarán los presidentes de Guinea Ecuatorial, Gabón y Haití, se notará la ausencia de dos íconos de Argentina y Alemania, que han levantado la Copa. Ambos peleados con la FIFA.
Diego Maradona ha sido vetado de los estadios, según la prensa brasileña, por sus ataques a la organización tras la sanción a Luis Suárez. Mirará el partido por TV tratando de inyectarle a distancia un poco de su sangre al anémico (y a veces genial) actual 10 albiceleste.
Franz Beckenbauer había sido castigado por no responder a una investigación sobre las designaciones mundialistas de Rusia y Qatar. Declaró y le levantaron el veto. La federación alemana lo invitó, pero prefirió quedarse "para no cruzarse con gente que no quiero ver".
Prevén la llegada a Río de 100 mil argentinos. Solamente la Presidenta sabe si el amor por su nieto, el cansancio o el dolor de garganta pesaron realmente más que el cálculo político como para no estar con ellos. Una celebración posterior en Plaza de Mayo tal vez sea más rentable que el riesgo de ir a Brasil y convertirse en "mufa" (como Menem, en Italia 90) si Argentina llegara a perder.
En un país tan futbolero, eso podría convertirse en su propio Maracanazo.
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@mundodepelota