La Final del Mundial 2014 ya está lista.
Alemanes y argentinos han llegado al último partido de la Copa del Mundo por distintos caminos; el del equipo sudamericano menos sinuoso que el de los europeos, pero no menos meritorio.
Sin un futbol brillante y sin Messi, que pareciera no estar en campo, la Albiceleste empujó el juego con la panza y definió su suerte en la pelota
parada.
Al igual que los argentinos, la prioridad de los holandeses era jugar a no perder y lograron hacer uno de los peores partido de una Semifinal mundialista.
En el otro encuentro, Alemania ante Brasil, fue un robo a mano armada, un saqueo descarado a una víctima que más parecía un cómplice.
Mientras todos se preguntaban qué le estaba pasando a Brasil, yo cuestionaba por qué "Felipao" cometió tamaño suicidio al querer que su limitadísima selección saliera a atacar a la poderosa Alemania como si estuviera jugando frente a una selección cualquiera.
En verdad no sé si llamarlo ingenuo o soñador; ingenuo por regalarse de esta manera tan estúpida o soñador por creer que su selección jugaba o tenía la capacidad de otras ediciones verde y amarela.
Mientras los kamikazes brasileños intentaban sin fortuna sus desordenados y hasta patéticos ataques, los alemanes se plantaban dentro del área brasileña tocando la pelota y anotando goles como si estuvieran jugando una cascarita dominguera.
Señores, es muy cierto que el futbol a veces es injusto, pero a la larga casi siempre coloca a cada quien en su lugar.
La forma con que la Confederación Brasileña de Futbol y los clubes afiliados a ella, con sus corruptos e inescrupulosos directivos, los insaciables vendedores de chatarras llamados promotores y algunas televisoras vendedoras de ilusión han tratado el futbol brasileño, no tardó mucho para que la realidad hiciera su aparición; esta generación es una de las peores de la gloriosa historia del futbol brasileño.
Su Federación ha enriquecido a todos los que por mucho o poco tiempo estuvieron sentados en la mesa directiva.
Las televisoras, con el afán de lograr rating y subir las ventas, han transformado piedras en cracks.
Los promotores venden a Europa, a precios increíbles, a jugadores de medio pelo que al estar en el Viejo Continente automáticamente se hacen acreedores de un puesto en la selección.
El futbol brasileño se ha convertido en una orgía administrativa que hace mucho dinero y pocos jugadores verdaderamente capacitados para defender la camiseta de este país.
Me lo vendes y me mocho; me lo das y lo promuevo; te lo vendo y compartimos; lo selecciono y lo vendemos. En este mundo de ilusiones, engaños y mentiras sólo ellos ganan y todos nosotros perdemos.
Cualquier parecido con el futbol mexicano es mera coincidencia.
careca@elnorte.com
@krek9