Sobran o faltan goles

Juan Villoro
en CANCHA


El partido previo a la Final es como la antesala del dentista. Ahí los nervios no pueden ser entrenados.

Las mejores Semifinales se han disputado de principio a fin: Italia-Alemania en 1970, Francia-Alemania en 1982. Ahora vimos dos versiones extremas del género, ninguna apasionante, pero ambas inolvidables.

Durante décadas, los brasileños han convertido la cancha en una extensión

de la playa y la discoteca en una alternativa a su casa. Mover el cuerpo con ritmo ha sido su esencia. "Felipao el Iracundo" decidió transformarlos en legionarios que sólo abandonan el gimnasio para tatuarse. Ronaldinho y Kaká quedaron fuera de la convocatoria y Neymar cumplió el papel del excipiente en las medicinas: el elemento que hace viable la receta.

Esta escuadra musculosa y de mirada violenta se derrumbó como un castillo de naipes. Alemania no tuvo que recurrir a su sexta velocidad: le bastó un soplido para desenmascarar a Scolari, que ni siquiera insultó al borde del campo. Salvo el séptimo gol, los tantos fueron típicos de un entrenamiento.

Llamamos "orden" al caos que entendemos. El repertorio de asombros de Alemania es la mayor aventura del orden en el futbol.

Un marcador de 7-1 resulta simpático para un partido de futbol-playa, no para una Semifinal, donde se espera competencia. Lo importante de ese exceso estadístico es que revela dos modos de jugar: Alemania perfeccionó su tradición y Brasil jugó contra la suya. Si el fantasma de Seeler se insinuaba en cada ataque de la Mannschaft, el de Pelé había sido enviado a las regaderas. El pragmático Scolari piensa que el espíritu se purifica con jabón.

La otra Semifinal fue un equilibrio del miedo. Sin cometer error alguno, Argentina y Holanda apenas profanaron sus áreas. Luego de cuatro partidos espléndidos, Messi es un hombre cansado. Su obligación de ser "Maradona todos los días", como ha dicho Valdano, provoca que el único sitio donde pueda tomar vacaciones sea la cancha. Camina como si jugara el deporte de sus bisabuelos y se limita a mostrar ocasionales destellos. ¿Se reserva para la Final o padece la fatiga molecular que no perdona a los genios?

Mascherano fue el capitán alterno. Se desmayó y resucitó para dar un partido soberbio y guiar a los suyos.

La Holanda que comenzó arrollando a España se convirtió en un equipo de tiro al blanco. Superó a México con un penalti inventado y ante Costa Rica actuó con la prepotencia de quien considera que la ruleta rusa no depende de la suerte sino de las ciencias exactas. Argentina le recordó que chutar es un oficio de barrio.

El domingo ganará el que esté a altura de sus fantasmas.