La Dominguera

San Cadilla
en CANCHA


Un demonio de pasión
 
Miguel Herrera esperaba con impaciencia que lo entrevistaran para la televisión.

Aún jadeaba, y la sangre le hervía a tope. Era un sábado 2 de abril de 1994 y acababan de perder 2-1 ante el León, con un gol que les metió "El Turbo" Muñoz al minuto 77.

Todavía al 89', el árbitro Gilberto Alcalá les había expulsado al "Chispa" Suárez, y el "Piojo"

estaba "caliente", eufemismo usado en el mundo de futbol para justificar el carácter de aquellos que no pueden controlar su carácter.

Bastó una pequeña chispa. Un sujeto con una cámara fotográfica pasó por detrás de él: "¡Ah cómo eres chillón, cabrón!", le dijo, y posteriormente le dio un codazo por la espalda.

Miguel lo volteó a ver y, se fue tras él. Con la agilidad que lo caracterizó como jugador, le dio una patada en la pantorrilla y, cuando ya estaba en el piso lo remató con una doble patada: una al pecho y otra a la cabeza. De no ser porque Raúl Gutiérrez y Félix Fernández llegaron a contenerlo y a meterlo a los vestidores, no se sabe cómo hubiera terminado eso.

Varios medios de comunicación reportarían entonces "Miguel agredió a un periodista". Falso.

En realidad era un taquero que, gracias a su amistad con el que cuidaba la puerta del Nou Camp, consiguió un chaleco para estar a cancha y tomar fotos que después intentaba venderlas a los propios jugadores locales. "Sobadores", se les conoce en el medio.

Vendía tacos y burritos en una colonia popular de León, y no representaba a ningún medio de comunicación, pero a Miguel este desliz le costaría mucho más que un juego de suspensión y una multa: quedarse fuera del Mundial de Estados Unidos 94.

"Fue totalmente eso", expresó Herrera en agosto de 1994, "quedé fuera de la Selección para ir al Mundial por extra futbol, algo que pasó fuera de la cancha, que no aplaudo ni puedo decir que fue bueno".

En realidad no fue sólo eso. La tunda al taquero fue sólo el empujón que la conciencia de Miguel Mejía Barón necesitaba para una decisión que tenía tiempo reflexionando.

 
 
A TRANCAZOS
 
Miguel fue el jugador consentido de Ricardo Antonio La Volpe en aquel Atlante de principios de los 90s: "Con 10 'Piojos' más sho los vuelvo a hacer campeones", les dijo una vez en el vestidor.

"El Piojo" era el epítome del lavolpismo: Encarador, rápido, obediente y dúctil tácticamente. Lo mismo era impasable por su zona, que se iba de delantero a definir partidos de Liguilla. No le importaba aventarse de cabeza con tal de lograr lo que le pedían. Hasta de portero llegó a ponerse cuando la situación lo exigió.

"Miguel era un jugadorazo; la bronca es que en ese tiempo todo lo quería arreglar a madrazos", recuerda uno de sus compañeros de ese Atlante.

A Miguel le afloraba ese demonio que traía adentro desde su infancia en el barrio de Xola, donde creció; en la prepa se enamoró de Coyoacán, donde trabajó vendiendo bisutería de madera mientras por la tardes jugaba futbol.

Su verdadero apodo era el "Pulque", por "blanco y baboso". Disfrutaba de ir al baño de mujeres a tronar cohetes y era el primer apuntado para las fiestas.

 
 
BOMBA DE TIEMPO
 
Mejía Barón sabía que el "Piojo" era una bomba de tiempo, y lo había puesto en la tablita luego de la famosa expulsión en el Estadio Azteca, un 4 de noviembre de 1993.

Jugando por la parcela derecha con el número 13, Herrera logra proteger el esférico para que un balonazo termine en saque de banda, pero Dolmo Flores lo empuja ya estando ambos fuera de la cancha.

Herrera se voltea, lo encara nariz a nariz y le grita: "¡Hondureño muerto de hambre!".

Dolmo reacciona dándole una cachetada, pero el árbitro sólo amonesta al centroamericano. Error. Miguel buscaría venganza en la siguiente jugada, cuando se le dejó ir con los dos tacos por delante en una entrada de cárcel.

Pero además Mejía Barón estaba informado de la vida nocturna que llevaba con otros de esos seleccionados, que ante la advertencia, se bajaron del tren. Sin embargo, Miguel y "El Demonio" Andrade le siguieron.

"El Piojo" nunca le perdonaría al DT que lo bajara de la Selección para EU 94, y sobre todo porque en una charla, Herrera dijo que lo respaldaría.

"No concibo que un tipo te diga que estás en un grupo, que vas a ir al Mundial y luego no tenga los pantalones para decirte: '¿sabes qué?, no pude llevarte, hubo muchas presiones', porque a fin de cuentas era su decisión. No tenía por qué llamarme por teléfono y decirme que estaba y después la hipocresía de no hacerlo", declaró ya en el 2013, 19 años después del incidente.

Incluso, cuestionó la sexualidad del técnico de México en 1994, quien usualmente lo critica en la columna que tiene en un periódico deportivo.

"Me queda claro que de seguro le gusto, por sus desviaciones sexuales, porque no para de darme, nada más habla de mí en sus columnas", aseguró.

 
 
REIVINDICACIÓN
 
Hoy la Selección Nacional ha llegado más lejos que lo que muchos apostaban gracias al liderazgo del "Piojo".

Ese temperamental personaje que lo mismo sale en comerciales con loros, se revuelca en plena cancha en los festejos, hace playback como si cantara ska, se pelea con jugadores rivales y colecciona trajes de marca, es el sujeto que ha logrado canalizar sus experiencias para hacer lo que a él no le gustó que le hicieran.

Herrera le regresó la confianza a una selección que había perdido hasta la identidad. Callando a esos eternos críticos que suelen rodear a los personajes que no entran en los moldes de los famosos códigos del futbol.

A diferencia de su maestro La Volpe, el "Piojo" ha sabido dominar la presión que había vuelto locos a sus antecesores y no ha salido con ningún invento ni locura. Al contrario, con su manera de ser se ha convertido en uno de los principales "highlights" de Brasil 2014.

Ojalá que hoy esa pizca de suerte que siempre se ha portado nefasta con México en estas instancias por fin le sonría y ayude a lo que se haga bien en la cancha.

Y que éste sea el verdadero inicio del "Piojismo" a nivel mundial.

 
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