Bahía me recibió con los brazos abiertos.
Todos mis amigos brasileños coincidieron en decirme que si quería tener un acercamiento al verdadero sabor de Brasil, ése de la mezcla de razas, la alegría permanente y el sabor africano, tenía que venir a Bahía.
Estoy muy contento de haberles hecho caso. La ciudad tiene sus partes modernas y una vialidad bastante eficiente. Anoche corrí con
la suerte de que se festeja el día de Sao Joao y, aunque tanto el taxista como la gente de la recepción del hotel me infundieron miedo porque podían robarme, simplemente guardé muy bien el celular y la cámara, no llevé mochila ni nada que pudiera identificarme como turista despistado y me lancé a la fiesta en Pelourinho.
Fiesta muy de pueblo, nada extraordinario, pero sí me gustó acercarme para ver qué vendían los ambulantes, qué tipo de espectáculos incluían o cómo es la cosa por acá.
La gente para nada se veía agresiva ni parecía haber peligro inminente, así es que, aparte de no caminar solo fuera de la zona y evitar el tumulto para librarse de una cartereada, la verdad es que vi todo muy normal.
Me levanté tarde. Finalicé algunos pendientes de trabajo en mi computadora y me fui al estadio con un nuevo amigo brasileño. Para ser preciso, fue uno de los taxistas que me transportó, pero con el que entablé buena plática y decidí invitarle el boleto.
La sonrisa que puso de oreja a oreja cuando le convidé un partido mundialista fue indescriptible y, aunque no lo hago por el agradecimiento, tener la satisfacción de cumplir un sueño para alguien que realmente lo valora es algo muy especial.
El dato que me reventó las pelotas del día fue que en el estadio no había vasos conmemorativos de cerveza, pues el Gobierno iraní no permitió poner su bandera en el vaso (de la empresa patrocinadora, BRAHMA), pues su religión no comulga con el consumo de alcohol.
Ni modo, me descompletaron la colección, pero lo bueno es que ya tienen que hacer maletas. Ignoro entonces cómo está la onda de no beber y su religión, pues cerca de nosotros había un tipo en extremo malacopa que cuando ya iban 2-0 perdiendo quiso armar su desmadre con los bosnios y brasileños que estaban a su alrededor, pero para pronto lo sacaron los de seguridad.
Saliendo del estadio me fui al Faro de Barra, al Fan Fest, a ver el partido Francia-Ecuador. En el camino comí un filete encebollado con arroz y frijolitos, la comida más barata que he pagado en el viaje, tan sólo 90 pesos mexicanos.
@hungaro_camara