Definitivamente la pila no parece acabárseles jamás a Marco y a Hans, y hoy todavía hubo motivación adicional pues nos alcanzó en el viaje Paco, un primo de Hans que se vino por su cuenta con su esposa Ana. Personas súper agradables y se adaptaron rápidamente a todo lo que íbamos inventando.
La sorpresa del viaje fue que por fin la vida nocturna de sábado en Porto de Galinhas tiene
bastante rollo, así es que nos echamos unas caipirinhas en el Café do Brasil y luego pasamos a cenarnos unas pizzas cuadradas excelentes, con diferentes opciones de ingredientes como palmito, atún, lomo canadiense con piña y otras más acompañadas de vino.
Al terminar la cena, en un barecito de la playa, había un cuate simplemente con una guitarra y una bocina y atrajo a unas 300 personas a escucharlo, mientras platicaban y bebían. Una fiesta muy playera, de ésas de tipo espontáneo. Muy padre. Nos quedamos hasta pasando la medianoche y luego nos fuimos al hotel.
Paco y Ana se despidieron y Marco, Hans y yo nos fuimos al bar del hotel que es 24 horas. Había ya enfiestados en el bar un keniano, una pareja de canadienses, algunos gringos y un brasileño.
A Marco se le metió el diablo y fue a su cuarto por unas botellas de tequila. En esas estábamos cuando llegaron además unos cuates de Mexicali muy agradables, tan pequeño el mundo que además resultaron conocidos de unas amigas que yo tengo por allá.
Hans, el keniano y yo cantamos el Shosholoza y la chava de Mexicali se emocionó al grado que sacó su cámara para tomarnos video, luego por supuesto, ya entrados en garganta afinada, también entonamos la de "Eeeeuuuu sou brasileeeeiro com muito orguuuuhlo com muito amooooor".
Hoy en la mañana corrí con la excelente suerte de conseguir vuelos de Río a Fortaleza para ver el posible partido de México. También conseguí hotel en Fortaleza y vuelo de ahí a Sao Paulo, así es que Dios mediante, tendré la oportunidad de ver 3 de los 8 partidos de Octavos.
La levantada obviamente estuvo pesadísima y la visita a Olinda no fue otra cosa que un mercado de artesanías, una iglesia más o menos bonita y un pueblo con calles empedradas y casas de colores, nada del otro mundo.
Lo que estuvo formidable fue la comida en un lugar llamado "Oficina do Sabor", de lo mejor que hemos comido en el viaje con una variedad enorme, sobre todo de pescados y mariscos.
Hace rato me puse de acuerdo con mi amigo Jorge Maigre, al que le encanta la fiesta y apenas va llegando a Recife, así es que no sé cómo, pero otra vez tendré que agarrar un desmadre interminable, eso sí, tratando de no excedernos con los chupes pues mañana toca partido.
@hungaro_camara