La velocidad de la Copa del Mundo supera a la del mismo futbol actual. Sí, la información, las anécdotas y las acciones que se dan en cada partido y alrededor de cada Selección durante una Copa del Mundo rebasan toda capacidad de análisis a tiempo. Pronto uno se da cuenta que escribir una columna semanal resulta mucho más complejo que realizar una crónica diaria. Es parecido a comentar, durante
la transmisión de un juego, el tiro de esquina que sucedió tres jugadas atrás.
La Copa del Mundo tiene esa capacidad mágica de trasladarnos de un país a otro, ya no en cada ciudad donde se juega, sino en cada sala de abordar del mismo aeropuerto. Diferentes acentos, costumbres, colores y el actual sentido de pertenencia más orgulloso: la camiseta de la Selección.
En un momento pensé escribir sobre la distracción ecuatoriana en el último minuto que le costó la derrota, más tarde acerca de la falta de himnos en el Honduras-Francia, luego de la voltereta de Costa Rica sobre Uruguay, pero la actuación de Memo Ochoa y el inédito punto que México sacó de Fortaleza pasaron a primer plano; sólo que al tratar de plasmar mi emoción tricolor, era el accidente del arquero ruso Akinfeev en el gol ante Corea el que tenía mi reflexión; poco más tarde, la eliminación de España que acaparaba los encabezados, y la triste decadencia mundialista de Iker Casillas; el histórico par de victorias colombianas; y Chile en segunda ronda 52 años más tarde; y el emotivo regreso del uruguayo Luis Suárez al gol y a las lágrimas en Sao Paulo; la rápida clasificación de Costa Rica en el grupo con tres campeones del mundo. Todo eso en tan poco tiempo, algo que únicamente el ritmo de las redes sociales permite mantenerse actualizado.
Brasil parece caótico, pero más bien se transforma, como se altera cada país organizador de un evento como este: cada vez más riesgoso, más popular, más globalizado y más analizado. Trasladar, hospedar, vigilar, cuidar y alimentar a millones de personas durante un mes, en un país tan grande, resulta en escenas que mezclan la euforia de unos fanáticos con el agotamiento de otros. Es la representación ideal de la fiesta con todos sus estados de ánimo y etapas.
En resumidas cuentas: sucede tanto durante una Copa del Mundo, y a tal velocidad, que al retomar una semana después la escritura para publicar, cada tema parece caduco y uno sabe que entre la redacción y la publicación de un texto, ya la gente ha pasado al siguiente tema, tan efímero como el que uno decide profundizar. Porque sí, el resto de la Copa del Mundo se mueve mucho más rápido de lo que uno puede analizar.
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@Felixatlante12