Aquí vamos, rumbo a Brasil, al país donde una Copa del Mundo en teoría no podría ser mejor, simplemente porque ningún pueblo tiene la capacidad de vivir y apasionarse tanto por el futbol como los brasileños; allá vamos, al Mundial donde se supone, todo futbolero quisiera estar y este pueblo, aparentemente, estaría dispuesto a recibir.
Nos dirigimos a cubrir nuestra propia Copa, la que
ahora nos corresponde, lejos de la cancha pero cerca de la gente, también de las protestas; de la pasión pero también de las aglomeraciones; de la parafernalia pero también del descaro que impidió terminar en tiempo y costo cada obra. Sí, allá vamos, a la Copa del Mundo que hoy es capaz de ocultar casi todo inconveniente, con el maravilloso atractivo de un simple encuentro entre cualquiera de las 32 Selecciones.
...Y aquí estamos, muchas horas después, frente al hotel de concentración de la Selección Mexicana en Santos, dentro del bullicio de la gente que acostumbra vestir camisetas de futbol y chancletas, entre el tráfico, sí muy pesado pero extrañamente poco ruidoso. Aquí estamos, a punto de consumir un pedazo de carne convencional, en un restaurante promedio por más de 50 dólares y una comida completa por casi 85.
Una Copa del Mundo representa una experiencia muy especial y única para quien la vive, independientemente si es desde la cancha, la tribuna, la prensa o las calles, pero sobre todo, en esta ocasión, para la enorme cantidad de futbolistas que han dejado su lugar por lesiones de último momento.
Esta edición será testigo del jugador con mayor edad registrado: Faryd Mondragón, quien con 43 años desplaza a Roger Milla. Brasil también recibirá al tercer jugador con cinco participaciones: Gianluigi Buffon, quien se une a Lotar Matthaeus y la "Tota" Carbajal, aunque éstos dos vieron acción en cada edición. De igual manera resultará muy interesante observar a Miroslav Klose, a quien le basta un gol para igualar a Ronaldo y dos para ser el líder de goleo absoluto en las Copas del Mundo.
Aquí estamos, a punto de vivir el primer Mundial de las redes sociales, que no sólo han servido para dar a conocer las actividades de los jugadores y propagar noticias o escándalos en segundos, sino también para que el mundo se entere que sí, Brasil es la mejor sede posible por la fiebre futbolera constante que vive, pero que por encima del futbol se encuentra la consciencia de un pueblo que prioriza sus necesidades básicas sobre su afición y que no está dispuesto a ser cómplice de la inmensa corrupción que ha rodeado la organización de este evento.
Aquí estamos, para vivir la revancha de todo un pueblo en la cancha, 64 años después de la derrota contra Uruguay, pero también para ser testigos de la Copa del Mundo que juega en las calles esta sociedad harta de ser atropellada.
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@Felixatlante12