El futbol parece tomarnos desprevenidos, pero no debería ser así. El problema es que a veces no abrimos bien los ojos y dejamos de tomar nota.
Miguel Herrera dice que la Selección de Bosnia y Herzegovina hace "marranadas" y lo repite en un estribillo interminable al explicar lo sucedido en un partido que sólo unos cuantos se atreven a decir que "se jugó bien".
El cambio de tres
jugadores del adversario respecto a la alineación entregada al árbitro antes del amistoso en Chicago sacó de sus casillas a Herrera desde que se percató de ello antes del inicio del encuentro.
La irregularidad, a la que se le ofreció una importancia casi admonitoria de la derrota, habrá existido, pero fue extrapolada.
El técnico nacional tiene derecho a hacer pruebas, a hacer los cambios necesarios de acuerdo con su criterio y con las circunstancias del desgaste de la campaña y de la frecuencia de partidos -y de viajes- en esta recta final de preparación.
Los ensayos que haga pueden o no resultar; esa es su razón de ser. Probar y medir. Comprobar o desmentir.
Lo declarado por Miguel en un tema accesorio del partido nos sorprendió por la violencia verbal. Trajo a la mente las palabras de Alf Ramsey que resuenan en la historia al decirles "animales" a los argentinos tras un partido cruento del Mundial 1966. El contexto es distinto, pero la agresión verbal, semejante.
Pensamos que en el futbol tendría que existir un código de respeto y ética que contestara con elegancia hasta a las irregularidades reglamentarias en que incurra el adversario. Que es un mundo tomado como ejemplo en muchos ámbitos y por lo tanto siempre debería profesar con el modelo ideal.
Pero si vivimos en un lugar en que mucha gente culpa a los demás de sus fracasos, si el partido político que terminó en segundo lugar en las dos últimas elecciones acusó antes de aceptar su derrota, si la cultura que tenemos nos dice que la culpa es de nuestros padres, del vecino, del Gobierno, del destino y del zodiaco, difícilmente podemos pedirle al "Piojo" que sea el Sócrates de nuestros tiempos y nos ayude a ver la vida desde un ángulo diferente.
Respecto a que se jugó bien, en su interior sabe que eso no es cierto y que la rabia que sentía fue descargada hacia un tercero. Y también debe reflexionar que él no tuvo que haberse peleado con el árbitro; las instancias directivas, abundantes en la gestión actual, debieron hacerse cargo y evitar ese desgaste al técnico.
El partido frente a Bosnia y Herzegovina tendrá que dejar muchas lecciones. Y también la posibilidad de intentar ser a través del ejemplo del futbol -bueno y malo- más responsables de los actos propios para ocuparnos menos de los ajenos.
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